jueves, 27 de enero de 2011

CONFIGURARSE CON JESUCRISTO

San Pablo, convertido de perseguidor en seguidor y testigo de jesucristo, cuando trata de explicar lo que le ha sucedido al encontrar la fe, dice que es como nacer nuevo, como morir y resucitar. El cambio que experimentó fue tan profundo, que llegará a decir: "Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí". Lo suyo fue una experiencia deslumbrante, un encuentro con Jesucristo que se produjo de manera inesperada y se fue desarrollándo a lo largo de toda su vida, en medio de los sufrimientos y de las alegría diarias.

Para explicar este cambio, los maestros de espiritualidad hablan de "configurarse" con Cristo. O lo que es igual, vivir un proceso de identificación con Él. La mayoría de los cristianos vivimos ese proceso de una manera progresiva y lenta. Lo que de verdad importa es que cada vez haya en nosotros más ideas de Jesucristo. La lectura diaria de los evangelios nos ayuda a desechar las ideas y convicciones que no son evangélicas y a asimilar los puntos de vista de Jesucristo en nuestro trato con Dios, con los demás y con el mundo. Porque hemos crecido en una cultura neopagana y la mayoría de nuestras ideas y convicciones son contrarias al evangelio.

Además de las ideas, el trato amisto con Jesucristo nos lleva a hacer nuestros sus sentimientos, a arrojar de nuestro corazón los resentimientos, la soberbia, la envidia, el afán de sobresalir, la violencia... y a revestirnos de los sentimientos de Cristo: La paz interior, la bondad, la alegría, la grandeza de alma, la humildad...

Y finalmente, a imitar los comportamientos de Jesús de Nazaret y sus actitudes para con Dios, para con el otro y para con las cosas. Es decir, a vivir con amor, siguiendo los mandamientos y en la estela de las bienaventuranzas. Y a entrenarnos cada día para amar. En una palabra, se trata de configurarnos con Jesucristo, para que podamos decir también nosotros: "Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí". O "mi vivir es Cristo".

domingo, 16 de enero de 2011

EL TIEMPO ORDINARIO

En el calendario litúrgico, que es el que rige nuestra vida de fe y nuestra celebraciones, se llama "Tiempo ordinario" a aquella parte del año que no pertenece al tiempo de Navidad ni al tiempo de Cuaresma y de Pascua. Para entendernos, son las semanas que discurren entre el Bautismo de Jesús, que tiene lugar el domingo posterior a los Reyes, y el miércoles de ceniza. Con éste, da comienzo la Cuaresma, que va seguida de la Pascua. Cuando termina la Pascua, allá por el mes de mayo, se vuelve otra vez al tiempo ordinario, que dura hasta finales de noviembre. No sé si todo resulta un poco enrevesado. Se conoce que un domingo pertenece al tiepo ordinario porque la casulla que viste el sacerdote para la misa es de color verde.
El tiempo ordinario es como volver a la vida de cada día, para vivirla a la luz de Jesucristo. Y en el segundo domingo, que celebramos el 16 de enero, le hemos pedido al Señor dos cosas: que nos ayude a cumplir su voluntad y a vivir de acuerdo con sus mandamientos (Salmo responsorial); y que llene con su paz nuestro corazón (Oración del comienzo de la misa). Esa es la fuente y la clave de la alegría humana. Pero, ¿como hacerlo?
Nosotros hemos creado un mundo en el que nos sentimos estresados, porque empleamos todo nuestro tiempo en conseguir dinero y así perdemos la salud física y psíquica. Y luego tenemos que emplear nuestro dinero para recuperar la salud. Además, no disfrutamos del hoy pensando en lo que sucederá mañana, y cuando llega mañana, vemos que se nos está agotando la vida, y ya sólo nos queda hablar de los recuerdos del pasado.
Jesús, dice el Evangelio, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Primero, porque nos enseña a vivir con amor, con paz y con alegría, conscientes de que estamos en las manos de Dios y sus mandamientos (en el horizonte de las Bienaventuranzas) son la mejor receta para ser plenamente humanos. Y deamás, porque nos libera de todo de lo que nos impide amar: de la envidia, del egoísmo, de la avaricia, del orgullo, de los resentimientos... Ese es nuestro tiempo ordinario: la vida de cada día vivida en la presencia de Dios y dejándonos salvar por Jesucristo.

jueves, 6 de enero de 2011

EL CAMINO DE LOS MAGOS

Por supuesto que disfruto con la ilusión de los niños y de los mayores, sobre todo cuando los regalos son imaginativos. Pero la fiesta de los Reyes, para los cristianos adultos, es antes que nada, un ejemplo del caminar creyente. Sus actitudes siguen siendo válidas para nosotros hoy.
Son hombres que han dedicado sus vidas a buscar la verdad; de manera especial, la verdad de Dios y del hombre. Y un cristiano tiene que permanecer siempre en actitud de búsqueda, en actitud vigilante, para que las ideologías y prejuicios no le impidan descubrir a Dios.
Descubren la llamada de Dios en medio de su trabajo. Ellos escucharon esta llamada en el paso de una estrella que no esperaban. Nosotros podemos descubrirla en mil acontecimientos que se nos presentan cada día. En la persona que nos pide ayuda; en la que nos dice una palabra de aliento; en la que sufre; en la alegría de un nacimiento; en la primera palabra de un bebé... No sólo en los acontecimientos importantes, sino también en las minucias cotidianas.
Ante la llamada de Dios, se ponen en camino. No lo dejan para mañana ni empiezan a calcular las dificultades que les esperan. Siguen a Dios cuando los llama y en la dirección que les marcan la fe, el amor y la esperanza.
Cuando desaparece la luz (porque la oscuridad es esencial a la fe y todos tenemos nuestra noche oscura), cuando empiezan a tener dificultades y no saben qué hacer, acuden a preguntar a las personas expertas. Es lo que se conoce por acompañamiento espiritual, y que necesitamos todos en los momentos difíciles. Consultan, preguntan y se mantienen vigilantes hasta oír de nuevo la llamada divina con fuerza y claridad.
Cuando llegan a la presencia del Niño de Belén, le adoran: le ofrecen su vida y sus tesoros. No olvides que cuando nos encontramos con Dios, hay que adorarle y poner nuestra vida en sus manos. Nuestras alegrías y sufrimientos, nuestras luces y sombras. Todo cuanto somos y todo llevamos con nosotros.