martes, 22 de marzo de 2011

SOMOS PORTADORES DE UNA BENDICIÓN

El domingo pasado, segundo de Cuaresma, nos presentaba la figura de Abrahán la primera lectura. Entre las promesas que le hizo Dios, hay una que cobra actualidad: que en él iban a ser bendecidas todas las genetes; o lo que es igual, que su descendencia, cada uno de nosotros los creyentes cristianos, somos portadores de una bendición para todos los hombres. Es algo que no debemos olvidar en nuestro mundo secularizado: Por el bautismo hemos recibido el don del Espíritu Santo y las virtudes telogales, la fe, el amor y la esperanza. Y pienso que la fe en Dios es lo mejor que podemos ofrecer a las personas que nos rodean. Decir a todos que Dios existe, que es infinitamente bueno, que nos ama y se ocupa de nosotros.
Igual que nos estamos movilizando los cristianos ante los más de cuatro millones de parados que hay entre nosotros, tenemos que movilizarnos ante tantos millones de personas que no han oído hablar de Dios y no saben que los ama. Es la gran bendición que debemos aportar a los hombres de hoy, pues hablar de Dios es algo que no hará nadie si no lo hacemos nosotros, los creyentes.
Muchos no saben lo que se pierden al olvidarse de Dios. La fe nos da fortaleza, generosidad, alegría, iniciativa, paz y esperanza. Me refiero a la fe vivida con seriedad y con hondura. Por eso, sin dejar de preocuparnos por el alimento, el vestido y el trabajo de los empobrecidos, tenemos que ocuparnos también en hablarles de Dios; en trasmitirles esta bendición de la que somos portadores. Y si te cuesta hablar de Dios, pregúntate por qué. No olvides que para hablar de Dios, hay que escuchar mucho a Dios leyendo y meditando las Escrituras, y hay que hablar mucho con Dios.

jueves, 10 de marzo de 2011

MIRAD QUE ESTAMOS SUBIENDO A JERUSALÉN

El miércoles, día 9 de marzo, comenzamos la Cuaresma con la imposición de la ceniza. En este rito se nos dijo: "Convertíos y creed en el Evangelio". Con estas palabras, la Iglesia nos ofrece, en la misa de cada día, y de manera especial en la cada uno de los cinco domingos, un itinerario para prepararnos a celebrar la Pascua: Para celebrar la resurrección de Jesús y su victoria frente al pecado y a la muerte.
Pero la conversión sólo nos la puede dar Dios. Lo que se nos pide a cada uno es que abramos el corazón a Jesucristo, para que Él nos transforme en personas auténticas; para que nos dé una vida de calidad humana y divina.
Nosotros podemos y debemos colaborar con este don de Dios, poniéndonos a la espera de su amor. Y los tres medios que nos recomienda la Iglesia son la ORACIÓN. Puede realizarse con ayuda de los santos evangelios, u otros demás libros de la Biblia, que nos enseñan todo lo que Dios ha hecho por nosotros. También, dándole sencillamenye gracias por la vida de cada día y por su presencia a nuestro lado; o alabando su grandeza y su bondad, mientras contemplamos el mar, las flores, los pájaros o los montes.
Otro medio es la LIMOSNA. Consiste en practicar las obras de misericordia. Amar no cuesta dinero, y a veces basta con una sonrisa, pues nadie hay tan pobre que no pueda darla, ni tan rico que no la necesite. Una de las actitudes más necesarias en nuestro mundo consiste en escuchar al otro, para que se sienta querido y acogido; y en visitar y acompañar a las personas mayores. Por supuesto que, en una sociedad como la española, con más de cuatro millones de parados, también es muy necesario compartir nuestros bienes. Cáritas es un buen camino para hacerlo.
Y finalmente, el AYUNO. Se puede ayunar de ver televisión, de comprar ropas caras, de dar respuestas desabridas, de escuchar o difundir cualquier tipo de comenrarios perjudiciales para el otro...
Pero lo verdaderamente importante consiste en abrir el corazón a Dios y acoger a Jesucristo, que sale a nuestro encuentro en la Palabra, en los sacramentos (muy recomendable el de la confesión de los pecados), en las celebraciones comunitarias, en toda persona que nos tiende una mano o está tirada al borde del camino. Porque vamos camino de la Jerusalén celestial, que se nos hará presente en la celebración de la Pascua, en la vigilia del sábado de gloria.