viernes, 30 de noviembre de 2012

ESPERAMOS UNOS CIELOS NUEVOS Y UNA TIERRA NUEVA

El día uno de diciembre por la tarde comienza, para los católicos, el tiempo de Adviento. O lo que es igual, comienza el año cristiano. Durante los días que faltan para Navidad, la Palabra de Dios que se nos da en la Liturgia (en la misa de cada día y en el Oficio divino) nos habla de esperanza. Esperamos la celebración del nacimiento de Jesucristo, el 25 de diciembre; esperamos también que el Señor vuelva al final de los tiempos sobre las nubes del cielo. Y entre estos dos acontecimientos, la venida de Jesús hace más de dos mil años, y la última venida del Señor al final de los tiempos, sobre las nubes del cielo, nosotros esperamos al Señor, que nos sale al encuentro cada día: en el hermano que sufre, en la Palabra, en el perdón de los pecados y en la comunión.
Por eso nos mantenemos en una actitud de espera permanente, con el corazón bien dispuesto para recibirlo cuando llegue. Y sobre este fondo de esperanza cristiana, vamos alentando todas las esperanzas humanas que nos permiten vivir con justicia, con amor, con alegría y con paz. En este momento, esperamos salir de la crisis económica y social que ha llevado al paro y a la pobreza a millones de hermanos. Pero sabedores que de esa crisis no nos sacarán ni los políticos, ni los banqueros, ni los sindicatos, sino el esfuerzo diario y la responsabilidad de todos.
El Papa nos ha dado algunas indicaciones imprescindibles para salir de esa crisis. La primera, luchar para que la economía abandone eso que llaman "ingeniería financiera" y se convierta en una economía ética, al servicio del bien común. Cuando la economía funciona al margen de la ética, es una economía injusta, que antes o después nos llevará al desastre. Por eso, la justicia social debe guiar todo el desarrollo económico.
La segunda, poner a la persona en elcentro del desarrollo económico. Y junto con la persona, el respeto a la vida en todas las fases de su desarrollo. O lo que es igual, el desarrollo ha de ser humano y solidario, para todos. Y esto significa que hay que preocuparse también por el de los países pobres, mejorando el sector agrícola de estos pueblos.
En tercer lugar, hay que luchar contra todo tipo de fraudes, contra los llamados "paraísos fiscales" y contra la especulación, por la que muchos, que no producen absolutamente nada, se quedan impunemente con el dinero de todos. Tendríamos que volver a las enseñanzas de viejo catecismo Ripalda, en el que se nos dice que los delitos monetarios sólo se perdonan devolviendo lo robado.
En cuarto lugar y finalmente, no hay que limitarse al desarrollo material. Puesto que la persona es un ser también espiritual, al desarrollo material hay que añadir en desarrollo espiritual en todas sus dimensiones, también en la dimensión religiosa.
Nosotros, los católicos, "esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en que habite la justicia", como dice san Pedro en su segunda carta. Por eso, duante este tiempo de Adviento tenemos que abrir bien "los ojos de la fe", para acoger al Señor que se hace presente cada día en nuestra historia; y para cooperar a la salida de la crisis creando unas estructuras y una sociedad más justas. No basta con esperar a ver qué resultado dan las medidas del gobierno, sino que debemos implicarnos con nuestra profundización en los problemas, con nuestras críticas, con nuestras movilizaciones motivadas, con nuestra austeridad y con la   actuación solidaria.     

lunes, 26 de noviembre de 2012

LA INFANCIA DE JESÚS DE NAZARET

No sé si de forma intencionada, o por desconocimiento del tema tratado, son numerosos los periodistas y articulistas que han desviado la atención de sus oyentes, televidentes y lectores, como si Benedicto XVI hubiera realizado un "recorte" en el portal de Belén, eliminando a la mula y al buey. Pero el tema que trata el autor no es la representación del nacimiento de Jesús, sino la verdad histórica de Jesús de Nazaret, de la anunciación del ángel, de su nacimiento en Belén y de la adoración de los pastores y de los magos.
Lo que el Papa ha querido ofrecer, con argumentos al alcance del cristiano medio, es que Jesús de Nazaret fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, que nació en Belén de santa María Virgen, entre los pobres de la tierra, y que los primeros en conocer y aceptar la venida del Hijo de Dios fueron los pastores (los pbres y marginados) y los magos (personas sabias, creyentes y de buena voluntad, que no pertenecían al pueblo judío).
Estos acontecimientos son reales, no fábulas para niños, y en ellos se cumplen las promesas de los antiguos profetas, que cobran todo su sentido a la luz del nacimiento de Jesús, de su vida, de sus signos, de sus palabras, de su muerte y de su resurrección gloriosa. A quienes decían que los relatos de la infancia de Jesús que nos ofrecen san Mateo y san Lucas eran mitos inventados por ellos, Benedicto XVI les dice que son acontecimientos reales, porque el Hijo unigénito de Dios ha entrado en nuestra historia y se ha hecho uno de nosotros, para hacernos a todos hijos de Dios.
Hoy, en un clima de escepticismo y desesperanza: en medio de esta cultura, que reduce al hombre a una especie de suspiro entre dos nadas, el Papa quiere ayudarnos a descubrir que tenemos razones serias para creer que Dios sí existe, que nos ha creado, que nos ama y que, en la persona de su Hijo eterno, se ha hecho hombre para hacernos partícipes de su vida divina, de su presente eterno y de un futuro sin fin en su seno de Padre. Lo otro, lo de la mula y el buey, son hojarasca que nada tiene que ver con el fondo de la fe.      

jueves, 15 de noviembre de 2012

CARITAS ES LA IGLESIA CATÓLICA

Cuando se habla de Cáritas, se suele afirmar que es una ONG. Esto es verdad, pero no toda la verdad. Y de ahí pueden surgir luego malentendidos. Igual que si hablo de una parroquia, puedo decir con razón que es una institución ciudadana, capaz de adquirir y de enagenar bienes. Pero es mucho más que eso.
Por regla general, cuando la prensa habla de Cáritas se suele referir a los representantes de la misma, que han sido nombrados por el párroco, por el Obispo de la Diócesis o por la Conferencia Episcopal. Ellos son los que dan la cara cuando acude una persona a pedir ayuda o a entregarla. Pero detrás de ellos, hay una parroquia viva, si se trata de una Cáritas parroquial; o una Diócesis, si se trata de la Cáritas diocesana; o la Conferencia Episcopal, cuando se trata de Cáritas española.
Aunque haya un grupo concreto de personas encargadas de gestionar y de distribuir entre los necesitados lo que se recolecta, Cáritas somos todos los católicos, porque es la expresión del amor fraterno que nos debe distinguir. Todos, al menos los que celebramos regularmente la misa del domingo, aportamos a Cáritas, con nuestros donativos finalizados o a través de las colectas especiales que se hacen.
Toda comunidad cristiana tiene por misión celebrar la Liturgia, anunciar el Evangelio y practicar el amor fratreno. Estas tres dimensiones son como las tres patas de un trípode, que no se puede sostener si falta una de ellas. Por eso, cuando se afirma que más del sesenta por ciento del presupuesto de Cáritas procede de las personas particulares, se está diciendo que prodece de la Iglesia. Es verdad que se puede dar el caso de que una persona no creyente o que no frecuenta el templo aporte también algún dinero cuando se realiza una canpaña de Cáritas, pero eso es la excepción.
Concluyendo: se puede afirmar correctamente que Cáritas es una ONG, pero no se debe olvidar nunca que Cáritas somos todos los católicos, porque es el organismo mediante el cual compartimos nuestros bienes y nuestro amor con los que no tienen, sean católicos, o creyentes de otra religión, o agnósticos, o ateos.     

miércoles, 7 de noviembre de 2012

ENCONTRAR A DIOS EN LA VIDA DE CADA DÍA

Cuando yo era niño, me encantaba el "Tebeo". Ya sabéis, una revista de historietas, que contenía también acertijos y otros oasatiempos. En realidad, me sigue gustando, aunque ya no encuentro el "Tebeo" de mi infancia, que tuvo su punto álgido en la década de los cincuenta, cuando yo era niño. A partir de los años serenta, se hizo más sofisticado, y hasta un poco pedante, y empezó a denominarse con el horrible nombre anglosajón de "comic".
Entre los pasatiempos favoritos, había uno que venía a decir lo siguiente: Trata de descubrir a la ardilla que se ha ocultado entre los árboles. La ardilla u otro animal cualquiera. Cuando por fin la descubrías, te dabas cuenta de que estaba dibujada con toda nitidez, aunque te costara hallarla. Años después, cuando estudié los rudimentos de la psicología, me presentaban otros dibujos y me preguntaban qué veía: según el punto de vista en el que te situaras, podías descubrir dos vasos o dos personas que se estaban dando un beso. Las dos posibilidades estaban nítidamente en el dibujo y eran claras.
Algo similar nos sucede con la fe. Según sea mi mirada, puedo descubrir a Dios en medio de la vida diaria o quedarme en una visión plana y utilitarista. Cuando me he acostumbrado a mirar a las personas, a las cosas y a los acontecimiento con "los ojos de la fe", descubro qure Dios me sale al encuentro de muchas maneras. Como sucedía en los dibujos del "tebeo" o en los que me mostraba mi profesor de psicología, la realidad estaba ahí, aunque yo no hubiera conseguido descubrirla al echar una mirada rápida o interesada. Porque Dios está presente en las personas, en las cosas y en los acontecimientos. En la mirada viva de un niño y en los ojos apagados y melnacólicos de un anciano; en el color tan llamativo de las flores y en la sinfonía de colores del otoño; en una persona que te sonríe por la calle y en la que está pidiendo limosna sentada en la acera, al margen de la vida; en el que te ofrece ayuda y en el que te la pide. La cuestión consiste en que tu hayas desarrollado una mirada capaz adentrarse en la profundidad de las personas, de los acontecimientos y de las cosas; en que hayas iniciado tu jornada con una plegaria de acción de gracias y con el deseo de ver a Dios en tu camino; en que no te encierres en tí (en tus auriculares, tu móvil, tus intereses y asuntos) y abras la inteligencia y el corazón a Dios y a las sorpresas.
Cuando te has habituado a mirar con los ojos de la fe, la vida de cada día es diferente y profunda, si bien parece la misma, porque a la vuelta de cada esquina y en medio de cada acontecimiento, Dios se te hace presente para tenderte la mano, para ofrecerte su ayuda, para preguntarte algo, para provocarte, para que descubras que Él camina siempre a tu lado. ¡Para amarte y darte la posibilidad de amar.