jueves, 31 de mayo de 2012

FORTALECER LA FE DE LOS CRISTIANOS

Los repetidos ataques a la Iglesia católica han contribuido a un conocimiento más profundo de la misma y a fortalecer la fe de los cristianos. Llama la atención que, a la hora de criticarla, tengan que acudir las más de las veces a hechos de un pasado remoto. Un pasado real y muy doloroso (las cruzadas, la inquisición, la condena de Galileo...), aunque frecuentemente presentado de manera sesgada y escasamente objetiva. La actual polémica sobre si la Iglesia debe pagar el IBI ha servido de ocasión para que muchos conozcan la ingente labor que ésta desarrolla en favor de los más pobres. Una labor que no realizan los que la critican y exigen que pague unos impuestos que no pagan otras religiones, ni otras instituciones que trabajan sin ánimo de lucro ni los que la acusan de gozar de unos privilegios que no son ciertos. Me refiero, claro está, a los partidos políticos, a los sindicatos y a numerosos periodistas.
Por otra parte, este continuo hostigamiento ha impulsado a numerosos cristianos a esforzarse por conocer la fe con más hondura, a practicarla con la cabeza muy alta y a sentirse agradecidos por el don de la fe que recibieron un día con el bautismo. Esta actitud de tomarse la vida de fe con toda seriedad, se debe apoyar en tres pilares básicos.
El primero, la fidelidad a la misa del domingo. Es ahí donde descubrimos y disfrutamos la misericordia y la bondad de Dios, nuestro querido Padre, manifestada en la vida y las palabras de Jesucristo, y fortalecida con la presencia activa del Espíritu Santo.. Al renovar, en la celebración de la Eucaristía, la muerte y la resurrección de Jesucristo, nos abrimos al amor de Dios al hombres, y nos adentramos más en el misterio insondable de su amor. De hecho, cuando se deja de acudir a misa, se termina por alejarse de Dios, de la vida cristiana y de la fraternidad con los miembros de la comunidad.
El segundo, ejercitarnos en el amor a Dios y a toda persona humana. Especialmente, a los más necesitados. Un amor afectivo y efectivo. Es el camino que nos lleva cada día a conocer más Dios y a descubrir lo mejor que hay en nosotros, esos talentos que tenemos enterrados y olvidados. En la presente situación española de grave emergencia, ese amor se traduce en compartir nuestros bienes. Pero sin olvidar nunca que, como decían los antiguos catecismos, las obras de misericordia son catorce. Catorce actitudes que nos acercan al hermano en sus diversas situaciones. A veces, denunciando el mal que hace y recordándole que Dios existe, que nos ama y nos espera con los brazos abiertos. Junto a la falta de trabajo y de medios materiales en la que se ven hundidas numerosas familias, tenemos que recordar siempre el aborto, la mayor aberración del hombre actual; y la soledad de los ancianos.
Y el tercer pilar, el anuncio del Evangelio, a tiempo y a destiempo. Pero conscientes de que dicho anuncio sólo tiene fuerza cuando nace de una fe viviva con alegría y gratitud. De una fe que no es ciega ni contraria al uso de la razón ni al desarrollo de los saberes, porque el mismo Dios que nos ha dado la fe que nos salva, nos creó inteligentes y nos encomendó el cuidado de este mundo.

jueves, 24 de mayo de 2012

VEN, ESPÍRITU DIVINO

Para un seguidor de Jesucristo, Pentecostés no es sólo la celebración ritual de la primera venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Es también un tiempo de gracia, una nueva oportunidad de abrirse a la luz, a la misericordia y a la bondad de Dios, que se sigue derramando sobre el corazón de los creyentes. Por la fe, sabemos que el Espíritu Santo habita en la comunidad cristiana y en el corazón de los creyentes, y que nos enriquece con sus dones y  sus  frutos. Pero la celebración de Pentecostés tiene un significado especial, como oferta generosa y renovada del amor de Dios a sus hijos.
Con palabras de Sa Cirilo de Jerusalén, cuando el creyente profundiza en el deseo de Dios y le pide el fuego de su Espíritu, Éste "llega mansa y suavemente, se le experimenta como finísima fragancia... Se acerca con los sentimientos entrañables de un auténtico protector, pues viene a salvar, a sanar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar el alma". La paz interior, la alegría, la amabilidad, la fortaleza y la grandeza de alma que experimentamos en este encuentro con Dios son signos muy elocuentes de que Él ha llegado a lo más profundo de nuestro ser.
Esta nueva intensidad de su presencia no se agota en el ensimismamiento de quien vive encerrado en sí mismo, sino que se traduce en una actitud nueva ante el mundo y ante los demás. Es Él, el Espíritu, quien nos llena del fuego de Dios y de sus palabras de vida frente a la injusticia, a los atropellos de los débililes por parte de los fuertes y a todo sufrimiento humano. Porque renueva nuestra fe, para que miremos con los ojos de Dios cuanto sucede en el mundo; renueva nuestro amor, para que corramos en ayuda del hermano herido y abandonado; y fortalece nuestra esperanza, para que, conscientes de que el pecado y el mal ya han sido vendidos por la cruz de Jesucristo, sigamos apostando y trabajando por el hombre.       

viernes, 18 de mayo de 2012

LA ASCENSIÓN, UNA INVITACIÓN APREMIANTE A LEVANTAR NUESTRA MIRADA A DIOS

El libro de Los Hechos de los Apóstoles narra el acontecimiento de la Ascensión del Señor con un lenguaje sencillo, acomodado a la mentalidad de su tiempo. Dice que Jesús comenzó a elevarse al cielo, y que los disdípulos se quedaron sobrecogidos mirándolo, hasta que una nube lo ocultó a su mirada. Con el cielo y la nube, símbolos de la divinidad, nos quiere indicar que Jesús sigue vivo "en el ámbito de Dios". Y como Dios, está presente también entre nosotros, en lo más profundo de cada uno. O lo que es igual, no es que se haya marchado más lejos, sino que se ha adentrado más en el corazón de los creyentes.
De ahí que la fiesta de la Ascensión sea un motivo más para fortalecer nuestra fe, nuestro amor y nuestra  esperanza. Sabemos que el Resucitado está presente en la comunidad reunida, en el corazón de cada uno de los creyentes y en nuestra celebraciónes. Es Él quien nos habla en la Liturgia de la Palabra, quien nos alimenta en la Eucaristía, quien nos perdona los pecados en el sacramento del perdón y quien acompaña a las personas casadas en la apasionante aventura de su matrimonio. ¡Siempre, claro está, en comunión con el Padre y con la acción vivificadora del Espíritu!
Por ello, la Ascensión no es una especie de despedida del Señor Resucitado, para que volvamos a la vida de cada día hasta que nos llegue la muerte. Es una invitación apremiante a "ascender" en la existencia que nos ha tocado a cada uno. Es decir, a levantar la mirada hacia Dios y vislumbrar, con "los ojos de la fe", su presencia amiga en nuestras alegrías y en nuestros dolores; en nuestros fracasos y en en nuestros éxitos. A "transcendernos" y superarnos en el amor concreto y operativo a los demás. A levantarnos, soltando laste para adentrarnos, con la fe y con el deseo, en el ámbito de Dios. A despojarnos de orgullo, ambiciones y todo sentimiento negativo que nos esclaviza y nos tortura. Con otras palabras, es una invitación a poner en juego lo mejor de nosotros mismos, los talentos que tenemos enterrados. Y la manera de lograrlo consiste en acoger al Espíritu y dejar que nos transforme, para que podamos decir con san Pablo: Vivo yo, pero no soy yo; es Jesucristo quien vive en mi.   

viernes, 11 de mayo de 2012

PERSEVERANCIA DE LOS NIÑOS QUE HACEN SU PRIMERA COMUNIÓN

Por supuesto que deseo que los niños que reciben su primera comunión perseveren en su formación y en la práctica de la fe. Esa perseverancia es una cuestión muy compleja, porque dependen de sus padres y de la ayuda que les presten. Pero depende también de que hayamos logrado encariñarlos con la parroquia, hasta el punto de que la consideren de alguna manera su otra casa; y de que las ofertas que les brindemos resulten atractivas, divertidas y alegres. De todas formas, la perseverancia es un problema que me preocupa y que analizo con el equipo de catequistas, pero que no me quita el sueño.
De igual forma  que  continúo dedicando horas a preparar la homilía del domingo, y dejo en manos de Dios su posible eficacia o ineficacia. Pues como dice san Pablo, ni el que planta ni el que riega es el autor de los frutos de su tarea, sino el Espíritu de Dios que trabaja en el corazón de cada uno.
Por otra parte, si nos centramos en la perseverancia, hay que recordar que nunca la tenemos garantizada ni la podemos asegurar con nuestro ingenio y esfuerzo. Los que nos confesamos, hacemos propósito de la enmienda, y lo hacemos sinceramente, pero no siempre conseguimos cumplirlo. Y la perseverancia de los quie ingresan en el Seminario o en un Postulantado religioso tampoco está asegurada. Ni la de los que nos hemos ordenado de sacerdotes o se han consagrado Obispos. Es natural que nos duela no comprobar el fruto del trabajo con los niños y nos esforcemos en mejorarlo, pero no podemos garantizar la perseverancia, porque la persona es libre y la vida muy compleja.
Tampoco el pediatra ni el profesor tienen asegurado el éxito de sus esfuerzos y de su entrega, pero dan al niño lo que consideran que necesita en ese momento y es bueno para él. Por eso, invito a los hermanos sacerdotes, a los catequistas y a los monitores que trabajan con los niños a ofrecerles lo mejor que tienen y pueden. Por lo demás, dejemos a Dios ser Dios y a la persona ser libre. Porque Dios nos ama con todo su amor y su dulzura, y no nos retira su amor y sus gracias ni siquiera cuando ve que no vamos a perseverar, en el sentido que nosotros damos a esta palabra. Como decía un jesuita que tuvo que sufrir mucho: Ante las dificultades de la vida y la tentación de la desesperanza, "adora y confía". 

miércoles, 2 de mayo de 2012

LA PRIMERA COMUNIÓN NO CUESTA ABSOLUTAMENTE NADA

A lo largo de estos días de mayo es frecuente que aparezcan en los diarios locales artículos que hablan del coste de una primera comunión. Desde aquí deseo explicarles que recibir la primera comunión no cuesta absolutamente nada. Algunas familias ya han tomado nota de ello, y cada año son más. Los niños celebran la primera comunión un domingo cualquiera, en la misa a la que asiste la comunidad parroquial. Suele estar muy bien preparada por el equipo de liturgia, que se encarga de realizar las moniciones y de que se hagan bien las lecturas; por el coro parroquial, que ensaya y renueva los cantos al ritmo del tiempo litúrgico; por la persona encargada de las flores, que se ocupa de que no falten ningún domingo y ningún día festivo; y por el párroco, que suele dedicar horas a preparar la homilía.
No es necesario que los niños que hacen su primera comunión ese domingo traigan un traje especial. Basta con que vengan aseados. Por lo general, los padres, junto con los catequistas, han ayudado a sus hijos a preparar la confesión y le comunican al párroco que su hijo o su hija va a recibir la primera comunión ese domingo. El sacerdote que preside la santa misa suele llamar al niño, al final, para entregarle un recuerdo en nombre de la parroquia: una Biblia o una cruz. Todo gratis.
Aunque todavía son pocas, cada año hay familia que sigue dicho sistema. Este año creo que van a ser tres niños/as. Lejos de sentirse frustrados, se sienten llenos de gratitud y de alegría por haber simplificado todo y poder dar a cáritas algo de lo que se habrían gastado. Como es natural, en la comida de casa no faltan esos detalles con los que los padres recuerdan que es el día del Señor. Y en este caso, un domingo especial por la primera comunión de uno de sus hijos.
Como veis, una primera comunión no cuesta absolutamente nada; y se busca la alegría no en los trajes ni en los invitados ni en los regalos, sino en el amor de Dios, que nos ha dado el don de la fe y ver que los niños saben distinguir su primera comunión, de la hojarasca en la que se pierden muchos padres, que apenas saben nada de Dios ni se interesan por las cosas de Dios.