jueves, 28 de noviembre de 2013

ABRID LAS PUERTAS A DIOS

El tiempo de Adviento, que comienza el próximo sábado, día 30, por la tarde, invita a los cristianos a abrir las puertas Dios. Lejos de ser un rival o enemigo del hombre, Dios es fuente inagotable de plenitud humana, con todo lo que esta plenitud tiene de paz y de alegría. De ahí el título de esta breve reflexión: Abrid las puertas a Dios. Para hacerlo -son palabras del Papa Francisco en su reciente Exhortación Apostólica, que lleva por título "La alegría del Evangelio-, "quizá la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría, que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: 'Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo'. Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: 'Hijo, en la medida de tus posibilidades, trátate bien... No te prives de pasar un buen día' ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras". Y es que en la medida en que nos abrimos a Dios, nos abrimos a la misericordia, al amor, a la compasión, a todo lo que nos hace más humanos y más grandes. Abrirse a Dios es abrirse al Misterio que da sentido a nuestra vida; es abrirse al que sufre y al que está solo; es abrirse a la alegría de cuantos viven alegres; es abrirse a la lucha por el hombre; es abrirse a la dimensión más honda de la existencia humana. Además de leer estas torpes palabras y de reflexionar sobre su contenido, te animo a que hagas la prueba, sólo por un mes, de abrirte a Dios. ¿Cómo? Leyendo el Evangelio cada día y dejándote impregnar por la Persona, las palabras y los hechos de Jesús de Nazaret, que es el rostro humano de Dios.

domingo, 17 de noviembre de 2013

NO TENGÁIS MIEDO

A medida que se aproxima el final del año litúrgico, las lecturas de la misa, de modo particular las del domingo XXXIII, nos hablan del fin del mundo. Me voy a limitar a una breve reflexión sobre las palabras de Jesús. Tras decir que habrá catásttrofes, guerras, y persecuciones intenta infundirnos una actitud de serenidad y de esperanza. No tengáis pánico, nos sigue diciendo hoy. Pienso que es una actitud muy necesaria siempre, especialmente hoy, en medio de la profunda crisis económica, religiosa y de valoresque en la que estamos inmersos. En las reuniones de sacerdotes y de consejos pastorales, me parece advertir algo así como una actitud de pesimismo y de resignación. También cuando analizo, con equipo de catequistas, la perseverancia de los niños y adolescentes que han hecho ya la primera comunión o se han confirmado. Y en el equipo de matrimonios, cuando abordamos temas como el aborto o el divorcio. Por supuesto que constato la dificultad de la tarea evangelizadora y el desgaste de las personas más comprometidas. Tampoco yo tengo respuesta a las preguntas que me hacen y me preocupa seriamente la aparente o real ineficacia de esfuerzos generosos y de trabajo bien programado y meticuloso. Decir que rezamos poco creo que es injusto, porque somos muchos los que dedicamos tiempo y buena voluntad a escuchar al Señor y a dejarnos conducir por su Espíritu. De todas formas, apoyándome en las palabras de Jesús me atrevo a decir que no hay que tener pánico por la situación que nos ha tocado vivir. Y lo importante es vivir cada jornada, comenzar cada día con fe, abándonándonos confiados en las manos de Dios; con esperanza, proclamando el Evangelio a tiempo y a destiempo, con obras y palabras; y con amor, tratando de descubrir a Jesucristo en los sufrimientos y en las alegrías de nuestros hermanos. De manera particular, buscando su rostro y sirviéndole en todos los crucificados por la soledad, la falta de trabajo, la injusticia, el fracaso y los malos tratos. No olvidemos que el miedo y el desaliento nos paralizan y nos destruyen poco a poco en lo más hondo de nuestro ser. Pero la fe, el amor y la esperanza son tres fuerzas que Dios ha puesto en nuestros corazones y que pueden abrir caminos de futuro.

viernes, 8 de noviembre de 2013

HASTA LUEGO

El mes de noviembre comienza con la fiesta de todos los Santos y continúa con el día de difuntos. La fiesta de todos los Santos es una cinfesión de esperanza en el Dios de la Vida, como las sagradas Escrituras llaman también a nuestra Padre Dios. Y como nos garantiza la resurrección de Jesucristo. Los Santos que celebramos en esa fecha es la asamblea imnumerable de personas que pasaron por el mundo haciendo el bien. Entre ellos, muchos familiares y amigos nuestros. Confesamos que viven con Dios, en el seno de Dios, donde conservan su personalidad, enriquecida ahora por la "luz de la gloria" y la irradiación del amor y de la bondad divinas. Creemos y confesamos que ya han sido "divinizados". A la luz de esta fiesta de todos los Santos, rezamos por los seres queridos que han muerto, los encomendamos a Dios y reafirmamos nuestra comunión de amor y de esperanza con ellos. Porque sabemos que "la vida no termina, se transforma, y al deshacerse nuestro cuerpo, adquirimos una morada eterna en el cielo", como dice el prefacio de la misa de difuntos. Porque Dios nos dio la vida para siempre y, en su seno, ya no habrá lágtimas que enjugar ni tristezas que consolar. En Él encintraremos lo mejor que hemos deseado, esa plenitud que anhelamos en lo más hondo del alma. Las gentes de mi tierra (Montes de Toledo y zonas limítrofes de Extremadura) tenían la costumbre de poner en las tumbas este epitafio: "Hasta luego". Su intención no era recordar a los demás que van a morir, sino manifestar la esperanza de que volveremos a encontrarnos más allá de la muerte. Pues como decía San Agustín, "la muerte no es nada; solamente me ido a la habitación de al lado.Yo sigo siendo yo, vosotros seguís siendo vosotros; lo que era para vosotros, lo sigo siendo. Seguid llamándome con el nombre con el que siempre me habéis llamado, seguid hablándome como lo habéis hecho siempre. No habléis de otra manera, no os pongáis solemnes ni tristes; seguid riéndoos de las cosas de las que solíamos reirnos juntos".