lunes, 23 de junio de 2014

LOS SÍMBOLOS RELIGIOSOS DE UN PUEBLO

Los nuevos reyes de España, cada uno como persona conreta, tienen perfecto derecho a tener la religión que elijan libremente y a no tener ninguna. Es un derecho humano básico, que reconoce nuestra Constitución. España es un Estado no confesional, como reconoce también nuestra Constitución. Hasta ahí, pienso que todo está claro. Pero España como pueblo y conjunto de pueblos es anterior s sus reyes, al Estado y a los políticos que nos gobiernan. Por ello, aunque me parece normal que los nuevos reyes hayan comenzado el ejercicio de sus funciones sin ninguna celebración religiosa, considero un desacierto el que se hayan suprimido, en la ceremonia inaugural del Congreso, los símbolos relisos. En concreto, la presencia de la Biblia. Porque es un símbolo de la sociedad, mayoritariamente católica y anterior al Estado. Los símbolos son del pueblo, no de los políticos ni de los nuevos reyes, que deberían respetarlos, aunque ellos no los compartan. Porque el pueblo español es mayoritariamente creyente y confesional, aunque el Estado no lo sea. A quien me diga que hay que ser modernos, le pregunto sencillamente quién reparte la carta de modernidad, y si una persona creyente, fiel a su fe, no puede ser moderna. Seguramente tenemos algo que aprender de sociedades que llevan muchos años y siglos viviendo en democracia. Porque nadie está legitimado a quitar al pueblo sus símbolos religiosos o profanos. Pues como dijeron los "comuneros" a Carlos V, antes que el Rey era Castilla, con su vida, su religión y sus símbolos.

miércoles, 11 de junio de 2014

EL ESPÍRITU SANTO NOS PONE EN PIE CADA MAÑANA

Durante el mes de mayo, apenas he tenido tiempo para asomarme a esta ventana, para anunciar desde las azoteas cuanto el Señor me dice en la densidad de la vida diaria. Porque Jesús sale a nuestro encuentro sin previo avisio, cuando menos lo esperamos: en la visita a un efermo, en la lectura de la Palabra, en la intimidad de la oración, en la comunión eucarística y en las personas que nos cruzamos por la calle. Él nos dijo que nos enviaría al Espíritu, para llevarnos al conocimiento profundo de Dios y al amor entrañable y servicial a los demás.Porque el Espíritu ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones y la luz de la fe que nos permite mirar a nuestro mundo con los ojos de Dios. Él es el que pone en pie a la Iglesia cada día. El que sostiene a los voluntarios de las Cáritas para escuchar y acoger a los que acuden; el que fortalece la fe de todos los que dedican su tiempo a los pisoteados; el que llena de sonrisas el rostro de las Hermanitas de los Pobres cuando lavan y acarician a los ancianos desamparados; el que abre nuestros templos para celebrar la Eucaristía; el que nos enseña a escuchar a los demás, el que ilumina nuestra mente y dirige nuestros pasos. Pero es imprescindible que nos acostumbremos a escucharle, a discernir cuál es su voz entre los mil ruidos que que jalonan nuestra existencia. Para ello, hoy me limitaré a decir que allí donde resuenan la alegría, la paz, la grandeza de alma y la bondad, allí está también el Espíritu de Jesucristo.