viernes, 26 de septiembre de 2014

CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR

Cada día, al levantarme, me propongo caminar en presencia del Señor. Después del aseo personal, dedico un tiempo razonable a la oración y me pregunto cómo puedo caminar en la presencia de Dios. Lo primero que considero necesario es tomar conciencia de que cada día se me ofrece una nueva oportunidad para bendecir a Dios, para darle gracias por su misericordia y para buscar su rostro. Tomar conciencia de la presencia de Dios a mi lado, y repetir esta toma de conciencia varias veces al día, es fundamental. Después, le pido que todo cuanto realice sea "en su nombre": que lo realice con amor y para gloria suya. Y esta mañana, la oración de "Laudes" me proporcionaba un nuevo dato: Además de pedir que "vele sobre nuestros pensamientos, palabras y obras, a fin de que nuestro día sea agradable a sus ojos", le hemos pedido que "desaparezca de nosotros todo sentimiento malo". Ya sabéis, esos sentimientos que concreta la Iglesia en los pecados capitales: la soberbia, la envidia, la lujuria, el afán de dinero, la ira y los deseos de venganza, entre otros. Que en eso consiste caminar en presencia del Señor.

sábado, 20 de septiembre de 2014

OTRA FORMA DE PARTICIPAR EN EL SÍNODO SOBRE LA FAMILIA

Hace alrededor de un año, el papa Francisco decidió que se enviara a todo el Pueblo de Dios, a través de ñas diócesis y de las parroquias, un amplio cuestionario sobre la situación de la familia: valores y problemas. Con las respuestas, se ha elaborado un material que puede servir de base al trabajo de los padres sinodales. En cierta medida, se nos ofreció una participación en la marcha de la comunidad cristiana. Ahora nos pide a todos los miembros de la Iglesoa oraciones por el Sínodo que se va a celebrar en Roma entre los días 5 y 19 de octubre. Es otra manera de participar en la marcha y en las decisiones de la Igleisa, y está al alcance de todos. Es verdad que sólo Dios conoce la manera en la que influye la oración de petición, pero nos podemos dar cuenta de su importancia mediante algunas observaciones. La primera, porque todo el que ora por la marcha del Sínodo, toma ya conciencia de lo que se está celebrando, incrementa su interés por la familia y reflexiona sobre sus luces y sombras. Además, al orar en comunidad, se vive más intensamente la convicción de que todos somos parte activa del Pueblo de Dios y de que todos somos responsables de su marcha. Y por fin, mientras oramos y nos interesamos por las cuestiones que se debaten en el Sínodo, nos vamos acercando a la enseñanza del Magisterio y a la actualización de las verdades de nuestra fe. Aunque, como dijo un autor del siglo pasado, "lo esencial es invisible a los ojos". En especial, en las cosas de Dios. Por eso confesamos que "creemos en la comunión de los Santos" y, al mismo tiempo, nos resulta imposible explicar el sentido profundo de la oración de petición. De lo que no cabe duda es de su eficacia, pues fue el mismo Jesucristo el que nos dijo que Dios escucha a sus hijos cuando se dirigen a Él.

viernes, 12 de septiembre de 2014

LOS MAYORES TAMBIÉN SOMOS IGLESIA

Cada domingo voy a una residencia de mayores a celebrar la santa misa. Suelen acudir en torno a cuarenta personas, la mayoría residentes. Tenemos un responsable de cantos y un equipo de liturgia, que se ocupa de las moniciones y de preparar lo necesario para celebrar la santa misa. Porque los mayores también son Iglesia, y no es justo ni evangélico que personas, que han vivido intensamente la fe durante su vida, se vean privadas de los sacramentos y de la cercanía de la Igliesia cuando más necesitan la ayuda del Señor. Como hay dos residencias dentro de la parroquia, en la que es más pequeña, celebro la misa sólo las fiestas de precepto que caen fuera del domingo, pero todos los sábados les llevamos la comunión. De vez en cuando, me acerco para escuchar a los que desean confesar o hacer una confidencia cualquiera. Y a todos los recuerdo que son Iglesia, y que su contribución a la evangelización es valiosa y necesaria, porque tienen muchas cruces que ofrecer al Señor, mucho tiempo para orar y muchas ocasiones para recordar a sus hijos y nietos, cuando los visitan, que Dios sí existe, que es infinitamente bueno, que es fiel y misericordioso y que nos ama con la pasión de un Padre. Al mismo tiempo, suelo informarles de la vida de la Iglesia universal y local, para que se sientan unidos a ella. Pero lo más llamativo y emocionante es su manera de pedir perdón de los pecados. Al comenzar la misa, les invito a pedir perdón a Dios y a los demás. Raro es el día en que alguna abuela, siempre la misma, no me responde en voz alta: "Padre, que yo no tengo pecados". Y lo creo, porque su cara de buena la delata. Aunque a medida que les recuerdo algunas actitudes negativas en las que pueden caer (Muy poca cosa: Enfados, peleas, quejas, críticas de los compañeros...) no es raro que levante su mano y diga con humildad: "Padre, de eso sí que tengo que pedir perdón". Por lo demás, hay un extremeño bonachón y noble, que cuando me pongo a hacer examen de conciencia, nos dice: "Podemos repasar los mandamientos y empieza a recorrerlos uno a uno. Yo le dejo hacer, porque los rostros de todos me indican que el tema les interesa. Uno a uno, va recorriendo los manramientos en voz alta, con preguntas muy concretas, como seguramente le enseñaron los salesianos, con los que estudió. El caso es que todos le siguen con atención, y son varios los que al plantear alguna pregunta incisiva, levantan sus manos temblonas y dicen con humildad: "Padre, yo también tengo que arrepentirme de eso..." Y así, de una forma natural, los domingos se convierten en la fiesta del arrepnetimiento y el perdón. En estos tiempos en los que algunos dicen que no es necesario confesar, mis compañeros mayores me dan cada domingo una lección de humildad, de confianza en el perdón de Dios y ánimo para que me continúe sentando cada día en el confesionario. Me avangelizan, porque los mayores también son Iglesia.

jueves, 4 de septiembre de 2014

EL DIOS DE LA MISERICORDIA ENTRAÑABLE

En fechas recientes (en el año 2012), el cardenal W. Kasper publicó un escrito muy sugerente y profundo, que lleva por título: "La misericordia. Clave del Evangelio y de la vida cristiana". Es una obra seria y rigurosa de Teología, que está al alcance del cristiano medio. En una entrevista, el papa Francisco dijo que la estaba leyendo y meditando, con notable provecho. Yo consideré su declaración como una invitación a todos, para que nos adentráramos intelectual y vitalmente en la misericordia divina. Juan Pablo II escribió una Carta Encíclica con el título de "Rico en misericordia", (1980)y, basándose en los escritos de una Santa de Polonía, Sor Faustina, estableció que todos los años se celebrara la fiesta de la Divina Misericordia el II Domingo de Pascua. El Cardenal Kasper se adentra en el estudio del hombre, en el análisis de la enytaña de las diferentes religiones, en corazón de la sagrada Escritura y en los escritos de los Santos Padres para llevarnos a la conclusión de que la Misericordia es la clave del Evangelio y de la vida cristiana. Es una gran aportación, en una época como la nuestra, que se caracteriza por el individualismo egoista, por el tecnicismo sin alma y por el economicismo como principal respuesta a la crisis económica. Porque también en la Iglesia se nos cuela el "espíritu del mundo". Bajo el esplendor de muchos actos de culto y bajo la solemnidad de de nuestras vestimentas, no siempre se echa de ver que la misericordia es la base de nuestra vida. Una miosericordia que nos lleva a sentirnos solidarios con los pequeños, con los enfermos, con los pobres, con todos los que la sociedad deja tirados al margen del camino, como la escoria que segrega el progreso. Una misericordia que crece cada día en el corazón de cada uno, y que se traduce en los comportamioentos de la comunidad cristiana como tal. Pues como dicen repetidamente los Salmos, Dios es rico en misericordia. Aunque los escritos del Nuevo Testamente nos llevarán más lejos, al decirnos que "Dios es Amor".