lunes, 1 de noviembre de 2010

NO ESTEEIS TRISTES COMO LOS QUE NO TIENEN ESPERANZA

Celebramos hoy la fiesta de Todos los Santos: de aquellos hombres y mujeres que pasaron por este mundo haciendo el bien. Entre ellos, numerosos miembros de nuestras familias. Padres y madres que gastaron su vida por nosotros y jamás negaron un pedazo de pan a quien llamó a su puerta. Hombres y mujeres de palabra, que sabían respetar y amar a Dios y al hombre. Tenían
sus defectos, porque sólo Dios es Santo, pero creían en la lealtad, en la justicia y en la bondad del corazón. Y a pesar de ser muy sarificados, no eran menos felices que nosotros.
Esta fiesta nos recuerda dos carcterísticas básicas de la vida: La primera, que la vida del hombre no termina, se transfoma, porque caminamos hacia los brazos de Dios, nuestro querido Padre. Allí nos encontraremos de nuevo con todos los seres queridos que han muerto en el Señor.
Y la segunda, que la vida humana es un regalo precioso. Hemos sido llamados a vivir con amor, porque Dios es Amor y nos ha destinado a ser santos, a pasar por esta tierra haciendo el bien. Para ello, contamos con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nuestros corazones.
Por eso, cuando recéis por vuestros seres queridos que han muerto, pedidle a Dios que os aumente la fe y la esperanza. Y como decía san Pablo a los cristianos de Corinto: Vosotros no estéis tristes como los que no tienen esperanza.

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