sábado, 5 de junio de 2010

HACED ESTO EN MEMORIA MÍA

La Eucaristía es el "memorial", la actualización para nosotros de la muerte y la resurrección de Jesucristo. Cuando la celebramos, en el Pan y en el Vino se hace presente Jesucristo, se nos da el amor de Dios, ese amor que le llevó al Padre a enviarnos a su Hijo; y que le impulsó a Jesús a amarmos con obras y con palabras, hasta dar la misma vida por nosotros.
Cada vez que celebramos la Eucaristía, ese amor sale a nuestro encuentro y alimenta nuestra vida de fe. Además, tras hacerse presente el sacramento, Jesucristo se queda en el sagrario, para que podamos acudir a sus plantas y compartir con Él todas nuestras alegrías y nuestras preocupaciones. Ante el sagrario, la tristeza se diluye, las tentaciones pierden fuerza, la alegría se multiplica, el amor se acrecienta y la mirada del creyente descubre la presencia amiga de Dios.
El día del Corpus Christi sacaremos al Santísimo por las calles de la parroquia y le llevaremos a visitar a nuestros mayores en su residencia. Es una manera de confesar que tenemos que vivir el amor evnagélico también en las calles y en las plazas, y que el culto sincero a la Eucaristía se pone de manifiesto en la preocupación por todos, de manera especial por los más necesitados. Por eso, el día del Corpus Christi es el Día da Caridad, el día en que Jesús nos repite con una viveza especial eso de "Haced esto en memoria mía". Que cada uno dé su sangre por los demás, como Él hizo. Y nos abre el corazón para hacernos cercanos a los que han perdido el trabajo, a los ancianos que se encuentran solos, a los enfermos, a todos los crucificados que nos encontramos en nuestras ciudades.

2 comentarios:

  1. "Ante el sagrario, la tristeza se diluye, las tentaciones pierden fuerza, la alegría se multiplica, el amor se acrecienta y la mirada del creyente descubre la presencia amiga de Dios."
    Gracias

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  2. La Eucaristía es el Río de la Vida que brota del Trono de Dios y del Cordero. Dejándonos arrastrar por este torrente de Agua divina, Cristo nos deifica y nos va transformando progresivamemnte en Él. De esta forma nuestro amor a los demás será el amor mismo de Cristo.

    "Cada vez que celebramos la Eucaristía, ese amor sale a nuestro encuentro y alimenta nuestra vida de fe".
    Efectivamente, ese torrente de Amor que brota del altar donde el pan y el vino se transforman en Carne y Sangre de Cristo nos sale al encuentro. Y si nos dejamos arrastrar por sus olas, nuestro corazón salta hasta el infinito y el Padre, por el Espíritu, nos abraza cubriéndonos de besos.

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