martes, 14 de agosto de 2012

MARÍA, SEÑAL DE ESPERANZA CIERTA

Poco después del concilio de Éfeso, que definió el año 341 que María puede ser llamada Madre de Dios, se comenzó a celebrar una fiesta de la Virgen el día 15 de agosto. Para nosotros, los católicos, antes de la definición de la Asumción a la Virgen en cuerpo y alma al cielo por Pío XII, el año 1950, y especialmente después, dicha fiesta celebra la Asunción de la Virgen María.
El significado de esta fiesta nos lo explica el concilio Vaticano II, al decir qie María "es la imagen y el comienzo de la Iglesia, que llegará a su plenitud en el siglo futuro". Es decir, es el anuncio de lo que seremos cada uno de los hijos de Dios más allá de la muerte: viviremos con Dios, en Dios y para Dios, cuando nos resucite con la fuerza de la resurrección de su Hijo, Jesucristo. Porque la vida del hombre, "no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna  en el cielo"
La fuente de la esperanza cristiana es la resurrección de Jesucristo. Pero la Asunción de María nos enseña que todos y cada uno estamos llamados a resucitar en el último día, como ya ha resucitado nuestra Madre por especial privilegio. Por eso nos dice el Concilio que María "brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo". De momento, mientras vamos de camino, como Madre nuestra que es, nos señala a su Hijo y nos dice lo mismo que dijo a los sirvientes en las bodas de Caná: "Haced lo que Él os diga". 

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