viernes, 31 de agosto de 2012

FRENTE LA AGRESIVIDAD, LA PAZ DEL CORAZÓN

Vivimos en un ambiente social crispado. Pienso que una de las causas son las dificultades económicas por las que atraviesa una gran parte de la sociedad y la falta de trabajo en que se encuentran cerca de cinco millones de españoles. A ello hay que sumar la actitud de los medios de comunicación que, en su legítimo afán crítico con el gobierno de turno, se olvida de la verdad de las cosas para acrecentar la oposición al adversario político o ideológico. Y si a ello añadimos el cinismo con que mienten numerosos políticos, el no cumplimiento frecuente de las leyes por parte de los que ejercen el poder y la ideologización de los jueces, comprendo que el ciudadano se irrite y se haga agresivo. ¡Es el derecho al pataleo!
Aunque en su raíz profunda la agresividad no es mala, porque es la reacción que nos impulsa a defendernos ante las dificultades, cuando se convierte en un clima social y nos contagia, es francamente desctructiva. Nos impide reflexionar, buscar la verdad y comportarnos de una manera justa. De ahí la importancia que tiene la paz del corazón. Desde el punto de vista evangélico, es un fruto del Espíritu Santo; y desde el punto de vista meramente humano, es la actitud que nos permite ser nosotros mismos, encontrar lo mejor que hay en nuestro corazón y desarrollar valores tales como la bondad y la misericordia.
Esa paz, tan necesaria para vivir con alegría y esperanza, es muy útil para todos nuestros comportamientos. Por eso suelo decir a las personas cercanas que intencen no ejercer violencia jamás, ya que la violencia que se ejerce con las personas e incluso con los instrumentos, jamás logra nada positivo de ellos, pero sí que los estropea.

 

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