lunes, 14 de enero de 2013

CONTAR LO QUE NOS HA SUCEDIDO

El papa Pablo VI insistió, en diversos documentos, en que el hombre actual "escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan". Es así como evangelizaban los primeros cristianos, mediante una vida sencillamente evangélica. Primero, vivían enraizados en el Evangelio, y luego contaban todo lo que les había sucedido en su encuentro con Jesús y a partir de este encuentro. Su manera de vivir y de comportarse con los demás llevaba la marca de Jesús.
Los valores que encarnaban cada uno, y las primeras comunidades, eran la alegría, la humildad, la confianza en Jesucristo, la esperanza, la libertad interior y el amor mutuo. Empezando por los Apóstoles, que vivían en medio de sus comunidades y en actitud de servicio. Cuando alguien les preguntaba por la fuente de su amor o de su alegría, respondían sencillamente que lo habían recibido todo del Señor.
Si queremos que el anuncio del Evangelio resulte nuevo, novedoso y provocador, tenemos que realizarlo en un tono diferente y desde una rica experiencia interior. De ahí que la nueva evangelización no es algo que se pueda hacer sin más. Para que las palabras de un evangelizador resulten verdaderamente nuevas, tienen que salir de lo profundo del corazón: de un corazón convertido, alegre, sencillo, acogedor.
El error en que podemos caer es quedarnos en los contenidos, en lo que se llama la 'fe objetiva', y olvidar la vida de fe desde la que hablamos y desde la que anunciamos al Señor. En la Iglesia sobran "maestros", a la vez que faltan testigos alegres de Dios; sobran palabreros, que anuncian lo que no viven ni intentan vivir con esperanza; sobran personas poseídas del orgullo de su sabiduría y de su grandeza, que tratan de imponerse desde su altura intelectual, y de otros tipos, al común de los mortales. Sus razonamientos son correctos, pero no están respaldados por su vida ni por el calor de un corazón abrasado por el Espíritu Santo. Sólo conseguiremos llegar al corazón de los demás cuando contemos lo que nos ha sucedido desde el día en que nos enontramos con Jesucristo.     

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