miércoles, 13 de febrero de 2013

EL CAMINO HACIA LA PASCUA, DE LA MANO DE BENEDICTO XVI

Escuché la notia de la renuncia de Benedicto XVI a los pocos minutos de que él mismo la hubiera dado, al oír el informativo de las doce de una cadena de radio. Sentí una profunda sacudida interior, pero en lugar de dedicarme a escuchar comentarios, cogí el santo rosario y salí a rezarlo bajo el sol radiante de un día que no parecía de invierno. Mientras meditaba los misterios gozosos, iba analizando también nis sentimientos, antes de que se vieran contaminados y perturbados por la opinión de los demás. Y me sentí embargado de una profunda gratitud, de una alegría sosegada y de una confianza serena en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
De gratitud por el brillante, rico y clarificador magisterio del Benedicto XVI. Os confieso que he leído sus encíclicas, sus catequesis, sus homilía, sus discursos y sus libros con auténtica pasión. Su manera sencilla y actualizada de presentar el Evangelio de siempre me ha seducido y emocionado. Cuando fue elegido Papa, no compartí el entusiasmo ni la alegría de mucha gente. Entre otros, algunos amigos cercanos y lúcidos. Más bien, me sentí decepcionado, aunque acepté su designación con obdediencia filial y con fe. Hoy reconozco que estaba equivocado y que este Papa va a dejar una huella imborrable en la Iglesia. Sus escritos y sus catequesis han sabido centrarse siempre en lo esencial y ofrecer una teología kerigmática de largo alcance.
De alegría, por su gesto impresionante de libertad evangélica y de confianza en Dios. Esa confianza que le ha llevado decir que todos somos prescindibles, salvo Dios. Y la libertad de no sentirse presionado por el peso de la tradición ni por las reacciones que se iban a producir. También tiene la humildad suficiente para asumir que el sucesor que el Espíritu nos traiga imprima otro rumbo al pontificado y modifique la orientación que él, con la ayuda del Espíritu y de todo el pueblo de Dios, trató de dar a la Iglesia en los albores del siglo XXI. No he hablado personalmente con él en ninguna ocasión, pero sí que he estado físicamente cerca en diversas ocasiones antes de que fuera Papa. Y me alegro de que ahora, en sus últimos años, se pueda seguir adentrando sin urgencias y sin preocupaciones en la oración, en el estudio y en el arte de comunicar. Seguro que todavía tiene muchas cosas que decir.
Y de confianza en Dios, porque sólo Él es el presente y el futuro del hombre y de la Iglesia. Si ha permitido que Benedicto XVI renuncie, es porque tiene sus planes y quiere decirnos algo a sus hijos. Por mi parte, os invito a comenzar la Cuaresma con esta honda reflexión tomada del mensaje del Papa para este año: "La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios, para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios"         

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