domingo, 17 de noviembre de 2013

NO TENGÁIS MIEDO

A medida que se aproxima el final del año litúrgico, las lecturas de la misa, de modo particular las del domingo XXXIII, nos hablan del fin del mundo. Me voy a limitar a una breve reflexión sobre las palabras de Jesús. Tras decir que habrá catásttrofes, guerras, y persecuciones intenta infundirnos una actitud de serenidad y de esperanza. No tengáis pánico, nos sigue diciendo hoy. Pienso que es una actitud muy necesaria siempre, especialmente hoy, en medio de la profunda crisis económica, religiosa y de valoresque en la que estamos inmersos. En las reuniones de sacerdotes y de consejos pastorales, me parece advertir algo así como una actitud de pesimismo y de resignación. También cuando analizo, con equipo de catequistas, la perseverancia de los niños y adolescentes que han hecho ya la primera comunión o se han confirmado. Y en el equipo de matrimonios, cuando abordamos temas como el aborto o el divorcio. Por supuesto que constato la dificultad de la tarea evangelizadora y el desgaste de las personas más comprometidas. Tampoco yo tengo respuesta a las preguntas que me hacen y me preocupa seriamente la aparente o real ineficacia de esfuerzos generosos y de trabajo bien programado y meticuloso. Decir que rezamos poco creo que es injusto, porque somos muchos los que dedicamos tiempo y buena voluntad a escuchar al Señor y a dejarnos conducir por su Espíritu. De todas formas, apoyándome en las palabras de Jesús me atrevo a decir que no hay que tener pánico por la situación que nos ha tocado vivir. Y lo importante es vivir cada jornada, comenzar cada día con fe, abándonándonos confiados en las manos de Dios; con esperanza, proclamando el Evangelio a tiempo y a destiempo, con obras y palabras; y con amor, tratando de descubrir a Jesucristo en los sufrimientos y en las alegrías de nuestros hermanos. De manera particular, buscando su rostro y sirviéndole en todos los crucificados por la soledad, la falta de trabajo, la injusticia, el fracaso y los malos tratos. No olvidemos que el miedo y el desaliento nos paralizan y nos destruyen poco a poco en lo más hondo de nuestro ser. Pero la fe, el amor y la esperanza son tres fuerzas que Dios ha puesto en nuestros corazones y que pueden abrir caminos de futuro.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por sus palabra que ayudan a la ESPERANZA n el Señor. Un abrazo.

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