domingo, 16 de enero de 2011

EL TIEMPO ORDINARIO

En el calendario litúrgico, que es el que rige nuestra vida de fe y nuestra celebraciones, se llama "Tiempo ordinario" a aquella parte del año que no pertenece al tiempo de Navidad ni al tiempo de Cuaresma y de Pascua. Para entendernos, son las semanas que discurren entre el Bautismo de Jesús, que tiene lugar el domingo posterior a los Reyes, y el miércoles de ceniza. Con éste, da comienzo la Cuaresma, que va seguida de la Pascua. Cuando termina la Pascua, allá por el mes de mayo, se vuelve otra vez al tiempo ordinario, que dura hasta finales de noviembre. No sé si todo resulta un poco enrevesado. Se conoce que un domingo pertenece al tiepo ordinario porque la casulla que viste el sacerdote para la misa es de color verde.
El tiempo ordinario es como volver a la vida de cada día, para vivirla a la luz de Jesucristo. Y en el segundo domingo, que celebramos el 16 de enero, le hemos pedido al Señor dos cosas: que nos ayude a cumplir su voluntad y a vivir de acuerdo con sus mandamientos (Salmo responsorial); y que llene con su paz nuestro corazón (Oración del comienzo de la misa). Esa es la fuente y la clave de la alegría humana. Pero, ¿como hacerlo?
Nosotros hemos creado un mundo en el que nos sentimos estresados, porque empleamos todo nuestro tiempo en conseguir dinero y así perdemos la salud física y psíquica. Y luego tenemos que emplear nuestro dinero para recuperar la salud. Además, no disfrutamos del hoy pensando en lo que sucederá mañana, y cuando llega mañana, vemos que se nos está agotando la vida, y ya sólo nos queda hablar de los recuerdos del pasado.
Jesús, dice el Evangelio, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Primero, porque nos enseña a vivir con amor, con paz y con alegría, conscientes de que estamos en las manos de Dios y sus mandamientos (en el horizonte de las Bienaventuranzas) son la mejor receta para ser plenamente humanos. Y deamás, porque nos libera de todo de lo que nos impide amar: de la envidia, del egoísmo, de la avaricia, del orgullo, de los resentimientos... Ese es nuestro tiempo ordinario: la vida de cada día vivida en la presencia de Dios y dejándonos salvar por Jesucristo.

1 comentario:

  1. ¡qúe oportuna reflexión, sigue escribiendo, nos orientas mucho!. Un abrazo

    Rosa

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