domingo, 10 de abril de 2011

YO HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA.

El evangelio de este quinto domingo de cuaresma nos invita a profundizar en la "vida nueva" que hemos recibido en el bautismo. Es una recomendación muy oportuna para los cristianos de hoy y de siempre. Por mi parte, pienso que podemos seguir tres líneas de reflexión y de oración. La primera es el cultivo de la vida espiritual, de la vida según el Espíritu que se nos dió en el bautismo. El hombre contemporáneo que vive en los países ricos, y nosotros formamos parte de dicha sociedad, se preocuoa mucho de mantenerse en forma y hace todo tipo de sacrificios por mantener la línea, ocultar las arrugas, conservar la agilidad... Pero apenas se ejercita en los valores del espíritu: la piedad, la lealtad, la solidaridad, la sinceridad, la bondad, la grandeza de alma... Todo aquello que san Pablo denomina frutos del Espíritu; o señales ciertas de que nos dejamos guiar por el Espíritu Santo. Esa vida nueva, cuyo germen está en el Espíritu Santo que se nos ha dado, necesita alimentarse y crecer cada día, porque es necesario que juguemos bien los talentos que hemos recibido. La segunda línea de reflexión es la que nos enseña san Juan en su primera carta, cuando dice que nosotros hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos; y que la persona que no ama permanece en la muerte. Nos está recordando que Dios es Amor y que hemos sido creados para aprender a amar, pues estamos llamados a ser la imagen de Dios para el hermano. El amor se nos dio también en el bautismo, pues es una de las virtudes teologales, pero el ejercicio y el desarrollo de ese amor depende de la libertad de cada uno. La tercera línea de reflexión y de oración, en la que profundizaré la próxima semana, es la que se refiere a nuestra resurrección con Jesucristo. El Espíritu Santo es la prenda y garantía de que resucitaremos; pero es también el signo cierto de que ya hemos entrado en la vida del más allá, arrastrados por la fuerza salvadora de Jesucristo. De que hemos entrado en el ámbito de Dios: Nuestra salvación del pecado y de la muerte ya ha comenzado, aunque todavía no es completa.

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