martes, 26 de abril de 2011

HEMOS RESUCITADO CON JESUCRISTO

La resurrección de Jesucristo no es igual que la resurrección de Lázaro o del hijo de la viuda de Naín. Estos revivieron, volvieron a la vida que conocemos. Pero necesitaron alimentarse, vieron cómo pasaban sus años y un día volvieron a morir. En el caso de Jesús de Nazaret, afirmar que ha resucirado significa que, en un hombre (también "Dios de Dios"), la vida humana ha dado un salto cualitativo: ha salido del espacio y del tiempo y ha dado e ntrado en el mundo nuevo, que está reservado a todos. Es un hecho real, que ha afectado a Jesús de Nazaret en su cuerpo y en toda su persona; es algo que ha acontecido en la historia humana, y que tiene consecuencias para todos los hombres, creyentes y no creyentes, más allá de la historia. En Él, en Jesucristo, ya han comenzado los últimos "tiempos" de la aventura humana. los definitivos.
El no se ha ido, aunque sólo le podamos ver con los ojos de la fe. De alguna manera, el Misterio de Dios ha inundado nuestra historia humana y nos envuelve, porque "en Él vivimos, en Él nos movemos y existimos".
Lo importante, ante este acontecimiento, no es aceptarlo como una verdad de fe; lo importante es encontrarse con Jesucristo muerto y resucitado. Él nos enseñó que podemos encontrarle en la escucha de la Palabra de Dios; en el servicio a los que nadie quiere y viven abandonados; en la comunidad de los creyentes reubida; en la celebración vida de los sacramentos; y de manera especial, en la celebración de la Eucaristía.
Descubrimos su presencia, porque nuestra vida entera y nuestra conducta empiezan a cambiar para bien. Para ello, hay que intensificar el deseo de Dios, hay que abrir el corazón a su llamada y hay que remover los obstáculos (las actitudes y comportamientos contrarios al Evangelio). Pero hay que hacerlo sin agobios y sin prisas, manteniéndonos a la espera para cuando Dios venga a la cita.

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