sábado, 17 de septiembre de 2011

OTRA MANERA DE COMENZAR LA JORNADA

Tengo un crucifijo a la cabecera de la cama y es lo primero que veo al despertar. Ya se ha convertido en un hábito rezarle cada día: Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo... Luego bajo al templo antes del desayuno y dedico un tiempo largo a ponerme en la presencia de Dios y repasar bajo su mirada el trabajo previsto y las entrevistas programadas. Así le encomiendo mi jornada, con sus miedos, sus alegrías, sus actividades más o menos habituales y todo cuanto me pueda llegar de improviso.
Meditar delante de Dios mis proyectos y tareas, me da la posibilidad de preguntarme qué me pide Él en cada caso, para darle gracias por su bondad, para pedirle ayuda en las dificultades y para descubrir cuál debe ser mi actitud en los casos más complejos.
Esta manera de comenzar la jornada, dedicando a Dios un tiempo razonable, me facilita mucho el trabajo pastoral, me proporciona fortaleza y me ofrece una gran serenidad para vivir la jornada. Es otra manera de comenzar el quehacer de cada día, de descubrir la presencia del Señor en los diversos acontecimientos y personas, y de afrontar cada instante como único.

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