domingo, 23 de octubre de 2011

ACRECIENTA NUESTRA FE, NUESTRA ESPERAANZA Y NUESTRA CARIDAD

En la oración colecta del domingo 23 de octubre, el treinta del tiempo ordinario, le hemos pedido a Dios Padre que acreciente nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Después de la misa, me decía una persona: yo se lo he pedido y se sigo pidiendo a Dios pero no veo los frutos.
Es verdad que la fe, la esperanza y la caridad son un don de Dios, un regalo gratuito. Pero tanto su ejercicio como su desarrollo dependen también de cada uno. Podemos decir que cada una de estas virtudes teologales es un proceso que se va desarrollando a lo largo de la vida del creyente.
Y no se desarrollan de una manera automática, sino que cuentan con la colaboración de cada uno de nosotros. Además, las tres están vinculadas entre sí, de forma que el crecimiento de cada una repercute positivamente sobre las otras dos. Pero, como he dicho antes, este desarrollo necesita la colaboración de la persona humana. De momento, me limito a señalar tres sugerencias que son imprescindibles para el mismo.
La primera es la práctica de la oración, porque la vida de fe es una vida de amistad y la amistad se alimenta del trato cálido con el otro. Y dentro de la oración, la forma superior de orar consiste en participar en la celebración de la Eucaristía, porque Jesucristo nos alimenta en con su Cuerpo y con su Palabra.
La segunda es el ejercicio. Igual que un deportista no es elegido para la selección si no entrena, la fe, el amor y la esperanza necesitan que cada día nos ejercitemos en obras de estas virtudes. No se trata de hacer nada extraordinadio, sino los pequeños gestos que nos permite la vida de cada día. Aprender a caminar en la presencia de Dios; tratar a cada persona que nos encontramos en discurrir diario como a un hijo de Dios; mirar más allá de la caducidad insignificante de las cosas, para vivir en un horizonte de esperanza.
Y la tercera sugerencia leer, reflexionar y estudiar. Entre otros documentos, tenemos a mano el Catecismo de la Iglesia Católica; el Youcat, que han manejado y manejan los jóvenes que han ido a la JMJ; y los documentos del Vaticano II. Están al alcance de unos conocimientos medios y nos pueden ayudar a profundizar en nuestra fe.

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