lunes, 12 de diciembre de 2011

ALEGRAOS EN EL SEÑOR

A medida que se acerca la fiesta de Navidad, se nos invita a vivir con alegría. Dicha alegría no es un sentimiento pasajero ni la satisfacción por haber adquirido en el mercado algo que echabas de menos y que te proporciona un placer más o menos satisfactorio. Tampoco es la euforia de quien se ve sorprendido por algún acontecimiento favorable. Es la alegría teologal, la alegría que viene del Espíritu Santo y que te colma de una sensación estable de plenitud y paz interior. Te da una sensación gratificante de confianza en Dios, en la vida que has elegido y en ti mismo. Es la alegría que te trae Jesucristo al conmemorar su nacimiento en Belén
Esta alegría profunda permanece contigo en medio de las preocupaciones, de los contratiempos y de los sufrimientos de la vida diaria, porque es un don de Dios y nada ni nadie la puede arrancar de tu corazón. Te permite vivir con serenidad alegre en medio de las tormentas de la existencia y no te la puede arrebatar nadie, porque es la irradiación luminosa de la presencia de Jesucristo en tu corazón. Por eso decimos que la fe nos hace libres, porque sostiene nuestra nuestra fortaleza interior y nos permite vivir sin arrodillarnos ante nadie que detente el poder y sin necesidad de adular a nadie. Porque Dios nos ha hecho libres, sólo nos arrodillamos ante el desvalimiento de un niño que nace en un pesebre y ante las personas pisoteadas para ayudarlas a levantarse.
El camino hacia esa alegría interior ya le conoces: una fe que se reaviva cada día al contacto con el fuego divino, en la oración; un amor que se alimenta de Jesucristo en la sagrada Eucaristía, en la Palabra y en el servicio a los más abandonados; y una esperanza que hunde sus raíces en la contemplación sosegada de lo que Dios ha hecho por nosotros, como nos enseña el Salmo 136, ese que hace exclamar al salmista lleno gratitud a Dios: "Porque es eterna su misericordia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario