viernes, 20 de enero de 2012

DESCUBRIR A DIOS EN MEDIO DE LA VIDA

Como he escrito otras veces, el gran reto que tenemos hoy los cristianos es el de la fe en Dios: si se puede ser una persona lúcida del s. XXI y seguir creyendo en la existencia de Dios. Para hallar el rostro de Dios, tenemos el camino de la razón, que nos lleva a vislumbrar su existencia; el de la Revelación, ya que Dios se nos ha acercado y se nos ha dado a comocer en Jesucristo; y el camino de la oración, de la escucha atenta y del diálogo amistoso.


Pero sólo podremos llegar a descubrirle si tenemos un corazón limpio y buscamos con sinceridad su rostro, porque Dios se manifiesta siempre a los que le buscan. De todas formas, te propongo el camino de tu experiencia personal: que analices si cada vez que has tratado de seguir los caminos del Señor y de ser fiel a sus enseñanzas, tu vida, tu capacidad de amar y tu estado de ánimo han mejorado. Porque eso sería una señal clara de que Dios existe y te trae salvación.


El nos sale al encuentro en medio de la vida: en el nacimiento de un hijo o en la muerte de un ser querido; en la persona que se acerca a pedirnos un favor con la palabra o con la mirada; en el día que comienza como una nueva oportunidad para vivir intensamente... Pero sucede que sólo le logran descubrir los que miran los acontecimientos con los ojos de la fe, pues Dios se manifiesta a quien le busca. Sucede con él como con esas páginas del "Tebeo" que nos dicen que busquemos a una persona escondida en medio de la maleza. A primera vista, no la vemos; pero si empezamos a mirar atentamento, sabedores de que la persona está, terminamos por descubriéndola.


No camines por la vida como quien se resbala por la superficie. Adéntrate en los acontecimientos que te envuelven, busca con los ojos de la fe y terminarás por acostumbrarte a ver que Dios nos sale al encuentro de muchas maneras. Y cuando escuches su voz, no cierres tu corazón a su llamada, porque Dios viene siempre cargado de bendiciones.

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