jueves, 15 de marzo de 2012

LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA HACE MILAGROS

La oración es el camino del hombre hacia Dios. Hay que comenzar siempre con un acto de fe que abra al Misterio divino nuestra mente y nuestro corazón. Para recordar y actualizar que Dios nos conoce a cada uno por nuestro nombre y nos lleva de la mano. Cuando tomamos conciencia de esta verdad, descubrimos la cercanía de Dios y nos damos cuenta de que estamos siempre en su presencia. Pero es necesario que reavivemos esta fe en momentos de silencio interior y deseos hondos de Dios. Sólo entonces lograremos llegar a esa situación que san Juan de la Cruz define como "olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado".
Esta práctica no significa que nos alejemos de la vida diaria, ni de sus problemas, pero sí que nos adentra en la dimensión más honda de la existencia y nos lleva a contemplarlo todo desde Dios y con la mirada de Dios. Es una oración que nos transforma, reaviva nuestro amor a Dios y a los demás y hace milagros, pues como escribió Tertuliano, aunque "no cierra la boca de los leones, ni lleva al hambriento la comida de los campesinos, ni aleja con el don de su gracia ningún sufrimiento", sí que "enseña la paciencia y aumenta la fe de los que sufren, para que comprendan lo que Dios prepara a los que padecen por su nombre". Además, "la oración perdona los delitos, aparta las tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea a los magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a los ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los caídos, sostiene a los que van a caer, apoya a los que están en pie".

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