sábado, 21 de julio de 2012

LOS JUECES Y LA JUSTICIA

En los países democráticos, que tienen a mi juicio la forma menos mala de gobierno, los jueces no están al servicio de la justicia, sino de la legalidad. Y es importante caer en la cuenta de ello, para que no nos llamemos a engaño. De momento, no me refiero a la cuestión tan candente como real de que los jueces como tales, al menos los más relevantes, se alinean no con el pueblo ni con el bien común ni con la justicia, sino con el partido los ha propuesto.
Dicho esto, volvamos a la cuestión de la justicia y de la legalidad. Porque la misión de los jueces consiste en aplicar las leyes que ha aprobado el Parlamento. Y cualquier persona con sentido común sabe que no todas esas leyes son justas. Las hay que son un verdadero atentado contra la justicia, como las que no defienden la vida humana en todas las fases de su desarrollo; o las que establecen una diferencia tan escandalosa entre el derecho a una pensión y el tipo de pensión de las personas que han ocupado las altas magistraturas del Estado y las pensiones de los que se han pasado la vida trabajando de sol a sol. Y no digamos nada de muchas de esas leyes que protegen la tan mal llamada ingeniería financiera.
La justicia es otra cosa, y se basa en la dignidad de la persona y en los derechos humanos. Pero parece que la defensa de esa justicia no es misión de los jueces. De ahí la necesidad de que los ciudadanos estemos bien formados y bien informados, y sigamos levantando nuestra voz en favor de los pisoteados y de las personas indefensas. Para cualquier cristiano, la defensa de esta justicia es parte integrante de su fe; y es también una manera de vivir y proclamar el Evangelio.

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