miércoles, 7 de noviembre de 2012

ENCONTRAR A DIOS EN LA VIDA DE CADA DÍA

Cuando yo era niño, me encantaba el "Tebeo". Ya sabéis, una revista de historietas, que contenía también acertijos y otros oasatiempos. En realidad, me sigue gustando, aunque ya no encuentro el "Tebeo" de mi infancia, que tuvo su punto álgido en la década de los cincuenta, cuando yo era niño. A partir de los años serenta, se hizo más sofisticado, y hasta un poco pedante, y empezó a denominarse con el horrible nombre anglosajón de "comic".
Entre los pasatiempos favoritos, había uno que venía a decir lo siguiente: Trata de descubrir a la ardilla que se ha ocultado entre los árboles. La ardilla u otro animal cualquiera. Cuando por fin la descubrías, te dabas cuenta de que estaba dibujada con toda nitidez, aunque te costara hallarla. Años después, cuando estudié los rudimentos de la psicología, me presentaban otros dibujos y me preguntaban qué veía: según el punto de vista en el que te situaras, podías descubrir dos vasos o dos personas que se estaban dando un beso. Las dos posibilidades estaban nítidamente en el dibujo y eran claras.
Algo similar nos sucede con la fe. Según sea mi mirada, puedo descubrir a Dios en medio de la vida diaria o quedarme en una visión plana y utilitarista. Cuando me he acostumbrado a mirar a las personas, a las cosas y a los acontecimiento con "los ojos de la fe", descubro qure Dios me sale al encuentro de muchas maneras. Como sucedía en los dibujos del "tebeo" o en los que me mostraba mi profesor de psicología, la realidad estaba ahí, aunque yo no hubiera conseguido descubrirla al echar una mirada rápida o interesada. Porque Dios está presente en las personas, en las cosas y en los acontecimientos. En la mirada viva de un niño y en los ojos apagados y melnacólicos de un anciano; en el color tan llamativo de las flores y en la sinfonía de colores del otoño; en una persona que te sonríe por la calle y en la que está pidiendo limosna sentada en la acera, al margen de la vida; en el que te ofrece ayuda y en el que te la pide. La cuestión consiste en que tu hayas desarrollado una mirada capaz adentrarse en la profundidad de las personas, de los acontecimientos y de las cosas; en que hayas iniciado tu jornada con una plegaria de acción de gracias y con el deseo de ver a Dios en tu camino; en que no te encierres en tí (en tus auriculares, tu móvil, tus intereses y asuntos) y abras la inteligencia y el corazón a Dios y a las sorpresas.
Cuando te has habituado a mirar con los ojos de la fe, la vida de cada día es diferente y profunda, si bien parece la misma, porque a la vuelta de cada esquina y en medio de cada acontecimiento, Dios se te hace presente para tenderte la mano, para ofrecerte su ayuda, para preguntarte algo, para provocarte, para que descubras que Él camina siempre a tu lado. ¡Para amarte y darte la posibilidad de amar.

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