viernes, 1 de marzo de 2013

LA ÚLTIMA CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI

El Vaticano II nos recueda que Dios nos habla con obras y con palabras. Y eso que decimos de Dios, lo podemos afirmar también de cada persona. Al hablar de la "última catequesis de Benedicto XVI", no me refiero a la que impartió el miércoles día 27 de febrero, sino al gesto mismo de despojarse de toda misión y encomienda, para marchar por la senda del silencio. Lo normal es que siga orando, pensando, investigando y seguramente escribiendo, en la soledad llena de Dios a la que se ha retirado. Pero es previsible que ya no escriba nada relacionado con el día a día de la Iglesia y que no publique nada ni imparta ninguna catequesis en el tiempo de vida que Dios le conceda. Sólo cuando le llame a su presencia eterna podremos conocer los escritos que redacte en este tiempo de silencio. Seguramente sobre espiritualidad y sobre teología. Escritos que no llevarán el sello del Magisterio, sino sólo el apoyo de las razones que nos ofrezca.
De momento, yo me quedo con la última catequesis que nos ha dado en el hecho de renunciar a seguir con la misión del papado. Lo primero que percibo en su gesto es su confianza en Dios, que es quien sostiene y guía a la Iglesia. Los hombres, también los Papas, pasan y son sustituidos por otros. Durante un tiempo más o menos largo, desempeñan la misión encomendada y luego desaparecen. Unas veces, porque ya Dios los llama a su seno. Y otras, como en el caso de Benedicto XVI, porque consideran que deben despojarse de todo, para prepararse a mejor vivir los días que le queden y para bien morir cuando le llegue su hora.
Junto a este gesto de fe y de confianza en Dios, he vislumbrado una proclamación de esperanza: le he visto sereno, humano, lleno de paz y de alegría, como quien sabe que va a la casa del Señor, consciente de que la vida del hombre no termina, sino que se transforma y se encamina hasta los brazos del Padre. Tan sólo una persona de esperanza como él disfruta despojándose de todo, para llegar a Dios sin otro título que el de un hijo que ha buscado siempre el rostro de Dios vivo.
Y finalmente, un espléndido testimonio de que cuanto ha dicho sobre la oración se lo creía y ahora lo quiere llevar a la práctica. En el otoño de la vida se descibre que no vale de nada agarrarse al poder, a los elogios, a los títulos, al dinero o al propio "ego". Sólo cuenta eso que dijo san Juan de la Cruz: "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado".  Es algo que aprendí hace muchos años, cuando mi profesora de alemán me dijo que el filósofo Peter Wust, al despedirse de sus alumnos en la última clase que impartió, les dijo: Ahora, la síntesis de cuanto os he querido enseñar siempre, reflexionad y rezad.  
  

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