martes, 24 de diciembre de 2013

SE DESPOJÓ DE SU RANGO

Al presentarse pequeño y desvalido, en la persona de un niño, el Hijo de Dios se ha despojado de su rango, como dice la carta a los cristianos de Filipos. Ha bajado de la eternidad al tiempo; de Santidad divina, al barro humano; de la Gloria de Dios, a la miseria del hombre. ¡Esa es la mayor grandeza de Dios: ser Dios y acercarse a cada uno de sus hijos en la debilidad y en la pobreza. Es así como el Niño de Belén nos muestra quién es nuestro Padre Dios. Porque no es el ser lejano e impersonal que pensaron los filófofos; tampoco, el Dios terrible que se ocultaba entre truenos y relámpagos en el Sinaí y al qué únicamente se podía acercar Moisés; ni el Dios justiciero que anunció san Juan Bautista, cuando Jesús estaba ya entre nosotros. El Dios que encarna Jesucristo es el Dios Amor; que se manifiesta a todos los que le buscan con un corazón limpio; el Dios de buenos y de malos, que no hace asco a los pecadores como tú y como yo; el Dios que se hace hombre para levantar al hombre a la dignidad de Hijo de Dios; el Dios que jamás nos olvida, aunque nosotros nos hayamos alejado de casa y hayamos malgastado los dones con los que nos enriqueció de manera gratuita. Por eso deja tan buen sabor de boca esa actitud del Papa Francisco, al bajarse del pedestal en que le habíamos situado entre todos. Por supuesto que su personalidad y su misión han perdido el halo de misterio con el que le habíamos rodeado. Pero eso es bueno, es como romper el envoltorio de celofán para disfrutar del regalo. Su palabra resulta más fresca y más auténtica, porque refleja mejor al que "se despojó de su rango y se hizo uno de tantos", al Jesús del Evangelio. Si Dios se despojó de su rango para venir a nuestro encuentro, ahora tenemos que preguntarnos cada uno de los que hemos encontrado en Él nuestra plenitud y alegría, de qué tenemos que despojarnos para no oscurecer el rostro humano de Dios y poder ofrecérsolo a nuestro mundo de hoy.

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