viernes, 14 de febrero de 2014

ENCONTRARSE CON JESUCRISTO

La fe cristiana consiste en encontrarse con Jesucristo y dejarse transformar y guiar por Él. En este encuentro participa toda la personalidad del hombre: su inteligencia, su voluntad y sus sentimientos más profundos. A veces comienza a realizarse en el mundo de los sentidos: mientras escuchamos música, prestamos atención a una persona que se siente sola, contemplamos un paisaje, leemos un poema, meditamos en una página de los evangelios, alimentamos a un enfermo o acariciamos a un niño. Todas y cada una de stas experiencias pueden constituir el punto de partida de nuestro encuentro con Dios. Pero desempeñan un papel especial la fe en el Resucitado, que se mantiene vigilante y a la espera; y la conciencia de sí mismo que mos adentra en lo más hondo de nosotros. Junto a ellas están presentes también el deseo de Dios y la espera paciente, que nos abren a su presencia y amiga. Pues la auténtica oración consiste, como dice san Juan de la Cruz, en el "olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado". Por supuesto que es un terreno movedizo, en el que podemos tomar por la llegada de Dios lo que no es más una autosugestión que nos provoca bienestar. Pero hay criterios objetivos que nos permiten advertir si estamos en la presencia del Misterio: la paz que nos inunda, en medio de nuestros problemas; la alegría contagiosa; y el amor que que nos lleva a salir de nosotros mismos y convierte nuestra existencia en servicio y en entrega a los que no tienen a nadie que los quiera. Cuando la experiencia de encuentro con el Resucitado nos impulsa a salir de nosotros y a ocuparnos de los que nadie quiere; a servir a los demás, especialmente a los que no tienen a nadie, podemos decir que Dios nos ha visitado y ha entrado en lo hondo de nuestro corazón.

1 comentario:

  1. La llegada de Dios se nota que no es una autosugestión porque transforma a la persona en un instante; la llena de Paz y de Amor, y la llena de su Presencia,le quita los egoísmos, la reviste de humildad;le quita el gusto por el mundo; la va desprendiendo de todo lo que puede ser un obstáculo para su santificación;en su vida, de repente aparecen personas, libros, circunstancias que la van ayudar a ser mejor...; y,aparece la cruz, siempre hay cruz; pero el Señor ayuda a llevarla y se la ofrece al Padre en oblación por la conversión de los pecadores.

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