viernes, 7 de marzo de 2014

MIRAD QUE SUBIMOS A JERUSALÉN

Con la imposición de la ceniza, el miércoles día cinco, los cristianos hemos iniciado nuestra preparación para celebrar la Pascua. La Iglesia nos invita a convertirnos y nos propone, para ello, tres medios sumamente eficaces: Oración, limosna y ayuno. Nos permiten abrir el corazñon a la llamada divina y acoger su presencia transformadora y misteriosa. De la oración dice san Juan Crisóstomo: "El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con Él. Y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz. Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, sino que se prolongue día y noche sin interrupción". Con estas palabras, este Padre de la Iglesia nos invita a tomar conciencia cada día de la presencia de Dios en nuestra vida. Y se logra, poniéndonos en la presencia de Dios al comenzar la jornada y desarrollando el deseo de Dios: el deseo de contemplar su rostro, que se revela en el mundo que nos rodea y en los diversos acontecimientos en los que nos vemos implicados. Y junto con este acto de fe en la cercanía de Dios, conviene desarrollar nuestro deseo de Dios. O lo que es igual, nuestro deseo de vivir en su presencia y de caminar por sus sendas. Como dice el mismo Santo, "conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oracioón, sino también cuando atendamos a otras ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles obras de misericordia, en todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de modo que todas nuestras obras, como si estuvieran condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un alimento dulcísimo para el Señor". Pero esto no se improvisa, sino que brota del hábito de vivir cada día en la presencia de Dios. Y como añade el mismo Santo, "sólo podremos disfrutar perpetuamente de la abundancia que brota de Dios si le dedicamos mucho tiempo"

1 comentario:

  1. De Dios son los tiempos y las edades. Ni podemos ni debemos sustraernos de su Presencia. Él quiere que estemos siempre a su lado para comunicarnos su omnipotencia y darnos su Amor incondicional.

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