miércoles, 19 de marzo de 2014

CÓMO PRACTICAR LA ABSTINENCIA

La Iglesia nos propone abstenernos de comer carne todos los viernes del año. Pero la abstinencia de carne se puede permutar por obras de misericordia o de piedad. Durante la cuaresma, no se contempla dicha permuta, y se mantiene la abstinencia de consumir carne. Es una manera de ofrecer a Dios un pequeño sacrificio, para identificarnos más con Jesucristo, que dio su vida por nosotros. Pero sucede que la mayoría de sus seguidores, acostumbrados a comer lo que les ponen en casa, ni siquiera advierten que no toman carne por ser viernes. Para evitar este olvido, conviene que desarrollemos la vigilancia evangélica y nos demos cuenta de que estamos acompañando a Jesús en su camino hacia Jerusalén. Y dado que abstenernos de comer carne no supone casi nada para nosotros, practiquemos conscientemente otras formas de abstinencia. Tal es el planteamiento que desarrollaron los santos Padres desde que se comenzó a practicar la abstinencia cuaresmal. Por supuesto que debemos abstenernos de todos los comportamientos pecaminosos, como hablar mal de los demás. Pero también podemos abstenernos de prácticas que no son malas, como dedicar tiempo a la tele, y aprovechar ese tiempo para jugar con los hijos, para dialogar con las personas que comparten nuestra vida, para leer la Palabra de Dios... También nos podemos abstener de comprar y consumir productos caros o poco necesarios, y entregar lo que ahorramos a una familia necesitada o a Cáritas. Y una manera muy conveniente de practicar la abstinencia es la de abastenernos poner malas caras y sustituir el gesto agrio o simplemente serio por una sonrisa acogedora. Pero lo importante no es el hecho material que practicamos, sino la motivación: acompañar a Jesús de Nazaret en su camino hacia Jerusalén, donde ofrecerá su vida para llevarnos a la comunión con Dios y a la comunión entre nosotros.

1 comentario:

  1. Encuentro muy útiles y fáciles de poner en práctica sus abstinencias cuaresmales. Ya no tenemos ninguna disculpa para obviar el deber de hacer algo por Jesús que vino a redimirnos para llevarnos a la Casa del Padre.

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