domingo, 6 de abril de 2014

EL CAMINO HACIA LA PASCUA

Estamos a la puerta de la Pascua, la fiesta de la Luz, de la vida y de la alegría de vivir. Y la mejor manera de acercarnos a ella consiste en caminar con alegría. Quizá haya quien piense que meditar en la pasión de Jesucristo no es para reir, pero creo que se equivoca. Porque la Iglesia no nos llama a sumergirnos en su dolor, sino que nos invita a descubrir cómo es su amor, que le ha llevado a dar su vida por nosotros y que ha vencido definitivamente a la muerte. Me encanta el título que el Papa Francisco ha dado a su Exhortación Apostólica: La alegría del Evangelio. Y donde está la alegría, están también la risa y el humor, que nos ayudan a comprender más a fondo cómo es ese amor y a llevarlo a la práctica. Pues la risa libera la "molécula de la felicidad", (la endorfina) que nos levanta el ánimo y nos ayuda ser más creativos y emprendedores. No olvidemos que el gozo en el Señor es nuestra fortaleza y nuestra luz. Me pregunto por qué cuando nos disponemos a orar adoptamos un aire de seriedad que raya en la tristeza y por qué molesta a muchos la sonrisa en medio de una celebración litúrgica. Cuando se acercan los niños a confesar, me estremecen sus rostros y miradas llenos de compunción. Y les suelo decir que todos esos pecados están mal, pero que Dios no solo los perdona, sino que enseguida los olvida. Después les suelo decir que digan también algunas cosas buenas que hacen. Se les ilumina el rostro, especialmente si añado que traten seguir haciéndolas. O si resumo nuestro diálogo con esta frase, que tiene una profunda base bíblica: "¿Sabes? Creo que le gustas mucho a Dios"

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