martes, 26 de julio de 2011

LA VISITA DEL PAPA BENEDICTO XVI

Ante la visita del santo Padre a Madrid, se han levantado algunas voces contrarias a la misma. Unas, dentro de la Iglesia. De momento no voy a dialogar con estos hermanos en la fe, con los que comparto muchos puntos de vista. Seguro que los más importantes. Sólo deseo recordarles que la encarnación de Jesucristo y su presencia en la historia humana trae consigo convivir con el pecado. También con el mío y con el de estos hermanos que protestan contra la visita del Papa. La pretensión de pureza radical propia de los fariseos (en el sentido original y no peyorativo de este término), no sólo no abre las puertas a Jesús de Nazaret y a su estilo de vida, sino que se las cierra a cal y canto.
Pero ahora me voy a dirigir a los que se presentan como no creyentes, unos de modo individual y otros como miembros de diversos colectivos. A éstos les respondo sin rubor y con datos en la mano que la visita de Benedicto XVI beneficia a la sociedad española bajo diversos aspectos y no la perjudica en absoluto.
En primer lugar, nos beneficia económicamente (empiezo por lo que parece que critican más). Es verdad que va a suponer gastos de diverso tipo, pero son muy superiores los ingresos que va a generar: lo que estamos aportando los católicos españoles, lo que aportan diversas firmas y lo que van a gastar las personas que vendrán de otros países (ya va por medio millón las que se han inscrito).
La publicidad que van a hacer de España. Durante varios días, Madrid (y con Madrid, España entera) va a estar en la primera página de los medios de comunicación de todo el mundo. Es una publicidad que no tiene precio. Aparte de lo que luego cuente a los suyos cada uno de esos jóvenes que llegan de todos los puntos de la tierra.
El intercambio cultural. A los diversos conciertos de música y a las exposiciones que se han organizado con esta ocasión, hay que añadir lo que supone el intercambio directo de este medio millón de jóvenes con otros tantos jóvenes españoles. Es una riqueza humana de muy difícil valoración.
El enriquecimiento religioso. Porque una gran mayoría de la sociedad española nos confesamos y somos creyentes, cada uno a su nivel. Es un derecho que tenemos y una opción libre, que los demás harían bien en respetar. Y en un contexto cultural tan pobre en valores humanos, todo lo que sea crecer en valores evangélicos es una aportación de futuro rica y apasionante: de un futuro más justo y más humano. No olvidemos que debajo de la presente crisis económica hay una grave crisis de valores. Entre otros, de la justicia y de la solidaridad.
Me pregunto por qué tantos laicistas que se dicen defensores de la libertad, pretenden ahora negar nuestra libertad de vivir como cristianos, de organizar encuentros internacionales de este calibre, de presentar nuestra fe acompañados por el Papa y de dar testimonio público de la fe que porfesamos. De acuerdo con nuestra constitución, tenemos derecho a hacerlo. Y hay que preguntarse por qué intentan imponer a todos sus criterios y sus puntos de vista. Unos puntos de vista que respeto, pero que considero poco razonables y nada inteligentes.

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