martes, 30 de agosto de 2011

SEPTIEMBRE, UN MES CUAJADO DE FIESTAS DE LA VIRGEN

Son muchos los pueblos y ciudades que celebran en septiembre la fiesta de su Patrona. Entre las diversas advocaciones, sobresalen la del nacimiento de María, el día 8; la de Nuestra Señora de los Dolores, el día 15; y la de nuestra Señora de la Merced, el día 24.
Siguiendo las indicaciones del Vaticano II, que recogió después Pablo VI en su escrito "Marialis cultus, hay que evitar las exageraciones y quedarnos en el sentimentalismo, centrando nuestra devoción en estos cuatro verbos: Conocerla, amarla, invocarla e imitarla. Para conocerla, lo mejor es adentrarnos en lo que nos dice el Nuevo Testamento, muy poco, y en lo que dicen los textos litúrgicos de las fiestas de la Virgen. A todos los que deseen una presentación sólida y profunda, a la vez que sencilla, los invito a leer la "Marialis cultus", de Pablo VI. Aunque no es fácil hallarla en las librerías, se la puede buscar en internet.
Ese mayor conocimiento, acompañado de la oración, suscita en nuestro corazón el amor filial agradecido y tierno. Ese amor que se refleja en formas de oración tan cotidianas como el rezo del santo rosario y el rezo del "Angelus". No olvidemos que el amor nace del trato y que María es alguien que vive en Dios y vela sobre cada uno de nosotros, sus hijos
Fruto de ese mejor conocimiento, acompañado de la meditación y de la oración, es la costumbre de invocarla. La mayoría de las letanías del rosario son invocaciones breves y profundas, que pueden dar una respuesta a nuestras diversas situaciones vitales. Precisamente la plegaria más antigua que conocemos, entre las dirigidas a María, es esa que dice así: Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Y finalmente, imitarla en la hondura y la fortaleza de su fe, que la llevó a confiar en Dios en medio de todas las dificultades que tuvo que vivir. Y la fuerza de su amor y de su esperanza, que la mantuvieron firme junto a la cruz de su hijo. Ya sabéis: conocerla más, amarla con pasión de hijos, invocarla con la confianza de los niños e imitarla con la solidez de los adultos.

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