viernes, 11 de mayo de 2012

PERSEVERANCIA DE LOS NIÑOS QUE HACEN SU PRIMERA COMUNIÓN

Por supuesto que deseo que los niños que reciben su primera comunión perseveren en su formación y en la práctica de la fe. Esa perseverancia es una cuestión muy compleja, porque dependen de sus padres y de la ayuda que les presten. Pero depende también de que hayamos logrado encariñarlos con la parroquia, hasta el punto de que la consideren de alguna manera su otra casa; y de que las ofertas que les brindemos resulten atractivas, divertidas y alegres. De todas formas, la perseverancia es un problema que me preocupa y que analizo con el equipo de catequistas, pero que no me quita el sueño.
De igual forma  que  continúo dedicando horas a preparar la homilía del domingo, y dejo en manos de Dios su posible eficacia o ineficacia. Pues como dice san Pablo, ni el que planta ni el que riega es el autor de los frutos de su tarea, sino el Espíritu de Dios que trabaja en el corazón de cada uno.
Por otra parte, si nos centramos en la perseverancia, hay que recordar que nunca la tenemos garantizada ni la podemos asegurar con nuestro ingenio y esfuerzo. Los que nos confesamos, hacemos propósito de la enmienda, y lo hacemos sinceramente, pero no siempre conseguimos cumplirlo. Y la perseverancia de los quie ingresan en el Seminario o en un Postulantado religioso tampoco está asegurada. Ni la de los que nos hemos ordenado de sacerdotes o se han consagrado Obispos. Es natural que nos duela no comprobar el fruto del trabajo con los niños y nos esforcemos en mejorarlo, pero no podemos garantizar la perseverancia, porque la persona es libre y la vida muy compleja.
Tampoco el pediatra ni el profesor tienen asegurado el éxito de sus esfuerzos y de su entrega, pero dan al niño lo que consideran que necesita en ese momento y es bueno para él. Por eso, invito a los hermanos sacerdotes, a los catequistas y a los monitores que trabajan con los niños a ofrecerles lo mejor que tienen y pueden. Por lo demás, dejemos a Dios ser Dios y a la persona ser libre. Porque Dios nos ama con todo su amor y su dulzura, y no nos retira su amor y sus gracias ni siquiera cuando ve que no vamos a perseverar, en el sentido que nosotros damos a esta palabra. Como decía un jesuita que tuvo que sufrir mucho: Ante las dificultades de la vida y la tentación de la desesperanza, "adora y confía". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario