sábado, 15 de diciembre de 2012

ALEGRAOS

Mientras escribo, algunos jóvenes y niños de la parroquia están poniendo el Belén delante de la entrada de los salones parroquiales, Y una mamá ha traído borrachuelos para que los vendan y consigan algún dinero con el que participar en la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Es impresionante la ilusión y la ternura con que limpian y acarician las figuras del Belén. Aunque no saben explicarlo, intuyen que, debajo de esas figuras de barro y de cartón, se oculta Dios, que se acerca al corazón de cada uno. Su ilusión y su alegría es una buena manera para preparar la Navidad.
En medio de la vorágine y del desierto de la vida actual, la figura del Bautista nos invita a convertirnos, a acercarnos a Dios y a dejar que Él nos cambie por dentro. Cuando decía a los hombres de su tiempo que tenían que convertirse para encontrar la alegría y la esperanza, para encontrar a Dios, la gente le preguntaba: Eso, ¿cómo se hace? ¿Qué puedo hacer yo? Juan Bautista les hacía sugerencias: El que tenga dos abrigos, que regale uno; el que controla el dinero de todos, que no robe; el que desempeña un cargo, que no abuse de los débiles ni los humille. Como véis, son respuestas que siguen teniendo actualidad.
Y nosotros hoy: ¿Que podríamos hacer? Lo primero, examinar tu conciencia a fondo y ver si eres violento, si compartes tus bienes con los demás, si te has quedado con algo que no es tuyo, si en tu corazón hay odio y rencores, si mientes a los tuyos y a los otros, si hablas con Dios cada día como corresponde a un hijo... Y luego, a pedir perdón a Dios y a confesar tus pecados. Lo mejor es confesarse. Si no puedes, píde perdón a Dios y confía en su misericordia. Es el primer paso.
Después, revisa si puedes compartir algo que el otro necesita: comida, ropa, tiempo, cariño... Si compartes la fe, la esperanza que brota de tu fe en Dios, la alegría de saber que te ama, el amor que el Espíritu te ha dado... Un amor que se manifiesta en la mirada y que se traduce en cercanía y en servicio. No olvides que la Palabra de Dios nos invita a celebrar la Navidad con amor y con alegría.
Para terminar, de acuerdo con los tuyos, busca una tarde en que podáis estar reunidos. O una mañana paseando por el campo, que caminar es muy sano. Sin solemnidad ni formalismo. Primero, le dais gracias a Dios porque estáis reunidos en familia y jugáis a recordar todas las cosas buenas que os han sucedido a lo largo del año. Para sweguir dando gracias y para ver que la bondad abunda más que el egoísmo y el odio. Aunque haya muchos problemas en la familia, los olvidáis por un rato y analizais las cosas buenas, para dar gracias a Dios y a los demás. No olvides que, a veces, un sufrimiento es la puerta que nos lleva a una nueva vida. Y para terminar, os preguntáis que sentido tiene el nacimiento del Hijo de Dios para vosotros... Verás  que estos encuentros pueden ser el comienzo de algo profundo y alegre. Puede ser el comienzo de una vida nueva.   

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