jueves, 11 de abril de 2013

CELEBRAR LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

En su homilía de la Vigilia Pascual del año 2006, el papa Benedicto XVI dijo que "la resurrección fue un estallido de luz, una explosión de amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del 'morir y devenir'. inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de una manera transformada y a través de la cual surge un mundo nuevo. (...) Es un salto cualitativo en la historia de la evolución y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí".
Dado que el texto es muy denso, deseo llamar la atención sobre algunas afirmaciones, para que cada uno las analice y medite. Cuando afirma que "desató el vínculo hasta entonces indisoluble del morir y devenir", nos está diciendo que la muerte se ha acabado y ya no es el final de la existencia humana, sino un paso hacia "el más allá" donde Dios habita para siempre y donde habitaremos nosotros con Él.
Diciendo que "inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de una manera transformada", nos está recuerda que Jesucristo ha resucitado en cuerpo y alma; que la resurrección implica también a su cuerpo, y que el Jesús que ha resucitado es el mismo que murió en la cruz. Pero "no ha revivido" como Lázaro, sino que, al resucitar, su cuerpo se ha transformado ya en un cuerpo "glorioso" o "espiritual, como dice san Pablo, fuera de las coordenas del tiempo y del espacio.
Precisamente por eso afirma Benedicto XVI que la resurrección de Jeucristo es un "salto cualitativo en la historia de la evolución (...), hacia un mundo nuevo". Es el comienzo de los cielos nuevos y la tierra nueva que esperamos.
 Hasta aquí, el dato objetivo: lo que creemos. Pero la fe en la resurrección de Jesucristo no se limita a creer lo que pasó, sino que nos afecta personalmente a cada uno y nos transforma en lo más profundo de nuestro ser. Además de referirse a lo que le sucedió a Jesucristo, se refiere a lo que sucedió a los Apóstoles y nos sucede también hoy a todos los que creemos: que nos cambia por dentro. Para entendernos, la Magdalena que buscaba un cadaver en el sepulcro y no recocía al Resucitado que estaba hablando con ella, es distinta de la que se abraza a los pies de Jesús y le grita: "Maestro". El cambio que se ha operado es el paso de la "no fe" a la fe; el paso de las tinieblas de la desesperanza, a la luz de la esperanza. Un paso que se pone de manifiesto porque nos llena de paz, de alegría, de gratitud y de amor  

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