miércoles, 18 de abril de 2012

ADENTRARSE EN LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

En la vigilia Pascual, resonó por todo el mundo la Buena Noticia del Evangelió: Jesús de Nazaret, el Crucificado del Viernes Santo, ha resucitado y está vivo. Con esta explosión de esperanza y de vida, comenzamos a celebrar los cristianos el recorrido de cincuenta días de Pascua.
El anunció llegó nítido a nuestra inteligencia, que se debate por hacerse una pálida idea de lo que significa resucitar. En todo caso, creemos que Jesús, todo Él, en su cuerpo y en su espíritu, está vivo, aunque su existencia se haya salido ya de las coordenadas del espacio y del tiempo. Vive y camina con nosotros, pero ahora de una forma nueva y transcendente, que sólo podemos ver con los "ojos de la fe"; con el corazón lleno de Dios.
Pero la fe en la resurreccción de Jesucristo abarca dos dimensiones: Por una parte, la de Jesús de Nazaret, que ha resucitado y está vivo. Y por otra, la nuestra, un impacto existencial semejante a un nuevo nacimiento: un cambio profundo en nuestras ideas, en nuestros actitudes y en lo más profundo de nuestros sentimientos. Realmente, nos convierte en una persona nueva, abierta al amor que Dios nos tiene, al amor al hombre y a la esperanza de futuro. Nuestra vida cambia en lo más hondo, para bien.
En algunas personas, este proceso se produce de repente, como le ocurrió a san Pablo, a García Morente, al poeta P. Claudel y a miles de convertidos actuales. Aunque lo más normal es que ese proceso se vaya produciendo a fuego lento, como el puchero que cocinaba la abuela. Es lo que nos decía la oración colecta del segundo domingo de Pascua: Ya sabéis que Jesús ha resucitado; ahora os toca a cada uno adentraros en el misterio infinito y amoroso de esa resurrección: reavivar la fe que recibisteis en el bautismo, abrir el corazón a la esperanza transcendente pero ya presente en medio de los avatares diarios, y crecer en el amor a Dios y a todo hombre.
Para conseguirlo, el camino consiste en encontrarse personalmente con Jesucristo resucitado. Sobre el cómo, hablaré el próximo día. De momento, sólo me queda decir que notamos que está junto a nosotros y con nosotros porque el corazón se nos llena de paz, de alegría, de esperanza...

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