martes, 10 de abril de 2012

MUJER, ¿POR QUÉ LLORAS?

Es muy instructivo el relato de la aparición de Jesús a María Magdalena, tal como lo relata el evangelista Juan: tiene delante al Señor y no le reconoce. Quizá porque ella, ensimismada en su dolor, buscaba sólo un cadáver. Fue necesario que Jesús la llamara por su nombre para que se le abrieran "los ojos de la fe" y "viera" al Señor resucitado.
Es algo que nos suele suceder también a muchos seguidores de Jesús, que, en lugar de mirar los acontecimientos de cada día con "los ojos de la fe", permanecemos encerrados en nosotros, en nuestros deseos y preocupaciones demasiado humanas (aunque sería más correcto decir "poco humanas" en el sentido más hondo de esta palabra) y no descubrimos la presencia amiga de Dios que camina siempre a nuestro lado. A veces, una palabra, un gesto de alguien que está cerca, un destello de luz nacido de una sonrisa, un rato sosegado ante el grario... nos ayudan a ver el dedo y la presencia de Dios en lo que estamos viviendo. De una manera especial, a la luz de la lectura y de la meditación de la Palabra, nos habituamos a mirar la vida con ojos de Dios. Especialmente, de la meditación de los salmos y de las parábolas de Jesús.
Pero también sucede muchas veces que sólo con el paso de los años logramos ver cóno nos ha ido llevando de su mano nuestro Padre. Mientras tanto, nos queda como ejemplo la actitud de María, que cuando no lograba entender, se refugiaba en la fe, en la entrega confiada a Dios, y se limitaba a guardar en el corazón cuanto estaba viviendo.

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