jueves, 26 de abril de 2012

CAMINOS DE ENCUENTRO CON EL RESUCITADO

Los cristianos actuales no hemos visto al Señor resucitado como los Apóstoles. Pero sabemos por la fe que Él esta vivo y camina con nosotros. Creo que a todos nos seduce vivir encuentros profundos de fe con Él, aunque muchos no saben cómo hacerlo. Por mi parte, os ofrezco algunas sugerencias que me han ayudado mucho en este sentido.
La primera, que dicho encuentro no depende de nosotros, ya que, en estas cosas de Dios, Él tiene siempre la iniciativa. Los mismos evangelistas nos cuentan que se presentaba en medio de ellos, pero de manera no sólo sorprendente sino también inesperada. De ahí que para recibir su visita, sea necesario mantenerse a la espera y dejar a Dios ser Dios. A la espera y en silencio contemplativo. Algo que se puede hacer en el templo, pero también mientras camanas por la calle, después de centrar tu atención en el Señor y tomar conciencia de que va siempre contigo, aunque sea de una manera oculta y silenciosa. O cuando acudes a celebrar tu fe con la comunidad, unes tu voz al canto o a la oración compartida y adviertes que es Él quien nos ha convocado. Especialmente, cuando celebramos la misa con los hermanos, y nos acercamos a recibir al Señor. O cuando abres la santa Biblia en un lugar tranquilo y recuerdas que es Palabra de Dios, y que, a través de esta lectura, nos sigue hablando a cada uno y nos invita a seguirle. También, cuando miras a las personas que te cruzas por la calle y cuando visitas a un enfermo o a alguien que necesita tu ayuda.
Porque el Resucitado está especialmente presente en medio de los suyos cuando se unen en su npmbre para orar; está presente en la Palabra; está igualmente presente en el hermano que sufre y te tiende la mano. Y de una forma especial, está presente en el Pan de Vida, que se nos da en la Eucaristía. Son diferentes modos de presencia. En la comunidad reunida y en la Palabra, está presente mediante su acción, mediante lo que hace con nosotros y por nosotros: ora al Padre con nosotros y nos habla. En el hermano que sufre y en la gente que nos cruzamos por la calle, está presente mediante lo que nos pide: cercanía, amor y todo tipo de ayuda. Pero en el Pan Eucarístico, está presente, no mediante lo que hace, sino mediante lo que es: el Pan de Vida que nos alimenta y nos transforma; el Hijo ungénito de Dios.
Lo importante es mantenerse siempre a la espera, y luego profundizar con sosiego, mirar con los ojos de la fe y dar alguna respuesta a su amor y a su llamada.    

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