lunes, 2 de abril de 2012

EL RELATO DE LA PASIÓN DE JESUCRISTO

La manera más fructuosa y comprometida de escuchar, meditar y contemplar la pasión de Jesús de Nazaret consiste en preguntarse quién es ese detenido, torturado y crucificado, cómo muere, por qué muere y por quién muere. Este procedimiento sencillo nos llevará a adentrarnos en el profundo Misterio de Jesús y de la salvación que nos trae. Es el camino que nos lleva a conocer a Dios y el amor que Dios nos tiene. ¡Hasta dar a su Hijo por nosotros!
Pero hay otra manera complementaria, que nunca debe sustituir a la anterior, y que nos ayuda a conocernos a nosotros y a descubrir la realidad de nuestra vida de fe. Consiste en que cada uno nos preguntemos qué papel juego yo en esta historia. Sabemos que Jesús resucitado ya no puede ser detenido ni crucificado, pero fue Él quien nos dijo que donde sufre una persona, sufre Él; y que la actitud que adoptemos cada uno ante la persona que sufre es la actitud real que estamos adoptando hoy ante Él.
En la pasión de Jesús participaron pasivamente muchos curiosos, que asistieron al espectáculo, sin que éste incidiera luego en su vida. Y uno de Los Doce, sus amigos, que lo traicionó por un pyñado de monedas. Y algunas mujeres de Jerusalén, que se movilizaron contra la persecución del justo y que manifestaron su protesta con sus lágrimas. También hubo un hombre de Cirene, a quien obligaron a llevar la cruz para que Jesús llegara vivo al Calvario, y que convirtió en gesto solidario la tarea que le impusieron. Mientras que la moyoría de los suyos, sus amigos, huyeron llenos de miedo. Y uno, el jefe del grupo, cuando se vio amenazado, negó que le conociera. María, su Madre, junto con algunas mujeres y con el apóstol san Juan, se mantuvo de pie junto a la cruz. Nicodemo y José de Arimatea llegaron un poco tarde, pero dieron la cara por el Crucificado, poco después de su muerte. Los soldados de Roma, fieles a su cometido de servidores del tirano y de detentores de la fuerza, añadieron a la pasión de Jesús buenas dosis de sufrimiento innecesario, como los insultos, los salibazos y la corana de espinas. Lo dirigentes de Israel coronaron con sus burlas su rencor contra Jesús. Pilato, que tenía la misión de aplicar las leyes, se lavó las manos ante una patente injusticia. Sólo centurión, cuando vio como moría, perdonando a los verdugos y poniéndose en las manos del Padre, reconoció en Él al Hijo de Dios.
Posiblemente has participado y estás participando estos días en la actualización de la pasión y de la muerte de Jesús. Tal vez acudes al templo. O te limitas a ver los desfiles procesionales. Tienes cerca de ti a numerosos crucificados en los que Jesús sufre: Ancianos y enfermos crónicos, que carecen del cariño de los suyos; familias atormentadas por la adición a la droga de alguno de sus miembros; padres a los que el paro ha echado a la calle y no saben como traer algún dinero cada día a casa; niños tratados como moneda de cambio por sus padres, que se han separado o están en proceso de hacerlo... ¿Qué papel estás jugando tú en esta sublime historia de amor infinito por parte de Dios, de respuesta comprometida por parte de alhunos hombres y mujeres, y del odio mezquino de los dirigentes de Israel? No dudes de que te hará bien encontrar una respuesta, tu respuesta.

1 comentario:

  1. Gracias, Juan Antonio. Sólo el planteármelo y buscar esas respuestas ya me ha hecho mucho bien.

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