jueves, 9 de mayo de 2013

SUBIÓ A LOS CIELOS Y ESTÁ A LA DIESTRA DE DIOS PADRE

Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor. El evangelista Lucas narra esta verdad de fe recurriendo a la imaginación de los lectores. Dice que "lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista". De acuerdo con la comprensión del mundo que se desprende de la Biblia, Dios está arriba, en el cielo; y es allí donde marchó Jesús, que ahora está a la derecha del Padre.
Bajo estas imágenes, lo que pretende decirnos es que el Señor ha salido de las coordenadas del espacio y del tiempo, que la nueva creación ha irrumpido entre los hombres y ha comenzado a sustiuir la historia de la salvación. Esa nueva creación, en la que ya no habrá muerte ni llanto ni dolor. No es que Jesucristo se haya ido más lejos, sino que se ha adentrado más en el corazón del hombre. Ahora no lo vemos, pero Él habita en nuestros corazones y se hace presente en medio de nosotros, para traernos la salvación, cada vez que celebramos un sacramento. Como escribió el papa san León Magno, "todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles, han pasado a ser ritos sacramentales". Por eso, los Apóstoles, y nosotros con ellos, "al no ver el cuerpo del Señor, podían comprender con mayor claridad que no había dejado al Padre al bajar a la tierra, ni había abandonado a sus discípulos, al subir al cielo". Mediante la ascensión, Jesucristo "se  mostró, de un modo más excelente y sagrado, como Hijo de Dios, al ser recibido en la gloria de la majestad del Padre; y, al alejarse de nosotros por su humanidad, comenzó a estar presente entre nosotros de un modo nuevo e inefable por su divinidad".
Por eso, la Ascensión no sólo nos invita a mirar al futuro con esperanza, sino que nos alienta ya a vivir con fe el presente; nos anima a "ascender", a buscar "las cosas que son de arriba", a desprendernos del mundo y a acrecentar nuestro deseo de Dios.
  

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