viernes, 12 de marzo de 2010

Buscar el rostro de Dios: El camino de la oración

Lo más grande que puede hacer una persona es buscar el rostro de Dios. Para ello, contamos con el camino privilegiado de leer y meditar la Palabra de Dios. Pero sabemos que la fe en la divina revelación necesita también el incentivo de la razón, porque la fe y la razón son las dos alas que nos permiten volar, como recuerda con frecuencia Benedicto XVI. Por eso, un creyente jamás ha de tener miedo al desarrollo de las ciencias y de la filosofía.
Junto a estos dos senderos, está el camino de la oración, el que permitió a los místicos llegar a la comprensión más alta y más seductora de Dios. Este camino está también al alcance de todos. Podemos adentrarnos en él mediante la contemplación. Tras tomar conciencia de que estamos en la presencia y de Dios y manifestarle nuestro deseo de contemplar su rostro, basta con seguir lo que nos enseña San Juan de la cruz: "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado". Para personas que tienen dificultad en adentrarse en la profundidad del mundo y de las cosas, resulta más práctico seguir el consejo de Santa Teresa y permanecer ante Dios hablando "de amistad con quien sabemos nos ama". Pero son muchos los que prefieren partir del hombre. Entonces la oración se puede convertir en un sencillo canto de acción de gracias, de bendición y de ternura por cada persona que ha puesto delante de nosotros y necesita nuestra ayuda.
En realidad, la escucha de la Palabra, el ejercicio de la inteligencia y la oración no son tres caminos alternativos, sino aspectos complementarios de un sólo camino de búsqueda, que empieza por la escucha, sigue por la reflexión y deja, luego, caminar al corazón tras las huellas del amor.

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