sábado, 20 de marzo de 2010

Camino de la Pascua

La cuaresma es un tiempo de gracia y de purificación, para encontrar nuestro yo más auténtico con la ayuda del Señor. Es tiempo propicio para quitarnos la careta y caminar con sinceridad por los senderos del Evangelio. Siempre con la ayuda del Señor, porque todo es gracia.

Uno de los medios más eficaces es la práctica de la confesión de los pecados. Hay que empezar por reconocerlos abiertamente y, a la luz de la cruz de Jesucristo, valorar su gravedad y pedir perdón de ellos. Esta experiencia, que nos adentra en la misericordia infinita de Dios, nos lleva al arrepentimiento y a mantenernos vigilantes ante las seducciones que nos amenazan cada día. Además, el hecho de confesarlos es una buena cura de humildad frente al individualismo y la autosuficiencia que caracterizan al hombre postmoderno.

No importa si hace ya muchos años que dejaste de confesar. Anímate a dar el paso y procura hacerlo con seriedad y con hondura. El perdón de Dios es una gracia palpable, que nos llena de alegría y acrecienta nuestra esperanza; es un punto de arrranque de una vida nueva; es, como enseña Jesús en la parábola del hijo que pidio su herencia y la dilapidó, una fiesta que nos lleva a descubrir el verdadero amor de Dios.

1 comentario:

  1. D. Antonio,me sigue pareciendo que la corbata no le sienta bien mucho mejor con el alzacuellos distintivo de los sacerdotes.

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